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La punta de un pie se cuela in extremis en el ascensor que conduce a la tribuna de la Philippe-Chatrier y la puerta vuelve a abrirse de golpe. De repente, con toda su envergadura, aparece el Conde Drácula, o sea, el todopoderoso empresario y ex tenista transilvano, Ion Tiriac. Enorme, grandes gafas con montura dorada, uno de esos bigotes con barba que nunca auguran un carácter afable. El ex campeón de Roland Garros, hoy empresario multimillonario, entra en el cubículo y se dirige a su impresionado interlocutor, quizá tomándole por italiano. “Solo ganará si sirve mejor que el viernes”. ¿Quién? “Sinner, señor, por supuesto”. El italiano, un tenista total, no solo hizo eso a la perfección el domingo. Pero el partido, eso no lo sabía ni siquiera Tiriac en ese momento, se iba a disputar en otro territorio.
Baila un murciano (también marciano) al son del Emmenez-moi de Charles Aznavour, coronado por quinta vez en un grande, de nuevo en París, donde todo el público de la Chatrier se lleva las manos a la cabeza y el deporte mundial descubre otra mente excepcional. “¡Sí-se-puede!”, le jalea toda su pandilla desde el palco. Y ahí que resurge como un torbellino Carlos Alcaraz, rebozado de barro, grandioso. E histórico esto. Se baten hasta el extremo dos colosos y el número uno inclina finalmente la rodilla. Prodigiosa esta remontada contra Jannik Sinner en una final para guardar, para enmarcar, loca, emocionante. De esas que hacen afición: 4-6, 6-7(4), 6-4, 7-6(3) y 7-6(2), tras 5h 29m. Tranquilo todo el mundo: el tenis está en inmejorables manos.
Después de un partidazo en El Sardinero, Racing y Mirandés lo dejan todo por resolver para Anduva, el próximo jueves. Descomunales ambos equipos, entregado cada uno de ellos a su manera de jugar, un gol en propia puerta de Parada en el minuto 97 tecleó el signo de interrogación en todas las crónicas. El vaivén del encuentro, con ventajas que ponían al Mirandés prácticamente en la final de la promoción de ascenso a Primera, y el inconformismo racinguista encandilaron al espectador neutral. Es Segunda División, pero en la categoría de plata también se juega al fútbol.
Sin pívot no se va a ninguna parte y con Fall y Willy Hernangómez el Barça no ha sumado uno en todo el año. El envite contra el Unicaja fue el ejemplo de la deficiencia, subrayada al final por Tyson Pérez, que pasó de mortal a deidad. Un desmadre en versión azulgrana que derivó, ya en la prórroga, en la eliminación de los playoffs y la constatación de que suma su segundo curso en blanco; también en el pase del Unicaja a las semifinales ligueras, ahora contra el Real Madrid.
Minutos antes de que Javier Milei se encaramase este domingo al escenario del Madrid Economic Forum, los 7.000 asistentes prorrumpieron en uno de los gritos más repetidos durante los dos días del encuentro: “¡Pedro Sánchez, hijo de puta!”. El presidente argentino irrumpía poco después en la arena del palacio de Vista Alegre con su habitual escenografía más propia de una estrella del rock. Bajo los sones apabullantes de ‘Panic show’, del grupo argentino La Renga, Milei recorrió el escenario con un frenético agitar de brazos, canturreando por lo bajo y emulando aquellos años jóvenes en que imitaba a Mick Jagger. Tras el saludo, y el inevitable “¡viva la libertad, carajo!”, invitó al público: “Si le quieren zurrar al bandido local, no hay problema”. Y el coro multitudinario revivió: “¡Pedro Sánchez, hijo de puta!”.