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La final de la Nations League se ha decidido, como ocurrió en 2023, en la tanda de penaltis. Portugal ha conseguido la victoria en los penaltis (5-3) tras unos primeros 90 minutos que terminaron empate a dos. En la prórroga no se amplió el marcador y el partido se marchó a la muerte súbita. Álvaro Morata falló el cuarto penalti de España y Rúben Mendes le dio la victoria al conjunto luso en el quinto lanzamiento. Durante los primeros 90 minutos, Cristiano Ronaldo marcó el segundo gol de Portugal en la segunda mitad tras superar a Cucurella en el área. Oyarzabal marcó al filo del descanso tras un buen remate en el área a pase de Pedri. Antes, un gran disparo cruzado de Nuno Mendes le sirvió a Portugal para empatar el encuentro minutos después de que Zubimendi, con un remate en el área, abriese el marcador para los españoles en el minuto 20. La selección española buscaba revalidar el título que consiguió hace dos años en Róterdam tras vencer a Croacia en la tanda de penaltis. Portugal, por su parte, también había levantado un trofeo de la Nations League. El conjunto de Roberto Martínez ganó la edición inaugural en 2019 y esta noche ha conseguido alzar el segundo título.
La punta de un pie se cuela in extremis en el ascensor que conduce a la tribuna de la Philippe-Chatrier y la puerta vuelve a abrirse de golpe. De repente, con toda su envergadura, aparece el Conde Drácula, o sea, el todopoderoso empresario y ex tenista transilvano, Ion Tiriac. Enorme, grandes gafas con montura dorada, uno de esos bigotes con barba que nunca auguran un carácter afable. El ex campeón de Roland Garros, hoy empresario multimillonario, entra en el cubículo y se dirige a su impresionado interlocutor, quizá tomándole por italiano. “Solo ganará si sirve mejor que el viernes”. ¿Quién? “Sinner, señor, por supuesto”. El italiano, un tenista total, no solo hizo eso a la perfección el domingo. Pero el partido, eso no lo sabía ni siquiera Tiriac en ese momento, se iba a disputar en otro territorio.
Baila un murciano (también marciano) al son del Emmenez-moi de Charles Aznavour, coronado por quinta vez en un grande, de nuevo en París, donde todo el público de la Chatrier se lleva las manos a la cabeza y el deporte mundial descubre otra mente excepcional. “¡Sí-se-puede!”, le jalea toda su pandilla desde el palco. Y ahí que resurge como un torbellino Carlos Alcaraz, rebozado de barro, grandioso. E histórico esto. Se baten hasta el extremo dos colosos y el número uno inclina finalmente la rodilla. Prodigiosa esta remontada contra Jannik Sinner en una final para guardar, para enmarcar, loca, emocionante. De esas que hacen afición: 4-6, 6-7(4), 6-4, 7-6(3) y 7-6(2), tras 5h 29m. Tranquilo todo el mundo: el tenis está en inmejorables manos.
Después de un partidazo en El Sardinero, Racing y Mirandés lo dejan todo por resolver para Anduva, el próximo jueves. Descomunales ambos equipos, entregado cada uno de ellos a su manera de jugar, un gol en propia puerta de Parada en el minuto 97 tecleó el signo de interrogación en todas las crónicas. El vaivén del encuentro, con ventajas que ponían al Mirandés prácticamente en la final de la promoción de ascenso a Primera, y el inconformismo racinguista encandilaron al espectador neutral. Es Segunda División, pero en la categoría de plata también se juega al fútbol.
Sin pívot no se va a ninguna parte y con Fall y Willy Hernangómez el Barça no ha sumado uno en todo el año. El envite contra el Unicaja fue el ejemplo de la deficiencia, subrayada al final por Tyson Pérez, que pasó de mortal a deidad. Un desmadre en versión azulgrana que derivó, ya en la prórroga, en la eliminación de los playoffs y la constatación de que suma su segundo curso en blanco; también en el pase del Unicaja a las semifinales ligueras, ahora contra el Real Madrid.