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Hace unas semanas nos enterábamos, estudio de la firma Circana mediante, que los jóvenes de 18 a 24 años compraron solo el 3 % de las consolas vendidas en Estados Unidos hasta julio de 2025, frente al 10 % en 2022. La cifra evidencia un estancamiento que no se refleja en el resto del mundo de los videojuegos: los juegos móviles y de PC siguen vendiéndose como rosquillas, que por algo más de la mitad de la población es videojugadora.
Desde que salieron al mercado, Ozempic y el resto de los medicamentos análogos a la GLP-1, han ido jugando con la delgadez como solución a todo. Lo que surgió como un fármaco que sería de ayuda para personas afectadas por diabetes tipo II y cuyo efecto secundario es la pérdida de peso, a través de la modulación del apetito, se ha convertido en la panacea aspiracional a la delgadez. ¿En una sociedad tremendamente gordófoba quién no quiere estar más delgado? Ahora es posible, estás solo a unos pinchazos de ello.
Dirigió una de las aceleradoras de startups más importantes del mundo. Estuvo a punto de postularse como candidato a Gobernador de California. Le disputó la presidencia de OpenAI a Elon Musk y le ganó. Pero el hito que situó en el mapa a Sam Altman fue el lanzamiento en noviembre de 2022 de ChatGPT. Desde entonces, se ha convertido en el rostro visible del boom de la inteligencia artificial (IA), que ha obligado ponerse las pilas a las mayores empresas del mundo, las grandes tecnológicas.
Las alarmas estaban encendidas desde hacía años entre los expertos, que ubicaban al borde del precipicio a los arrecifes de coral de las aguas cálidas, unos ricos y diversos ecosistemas de los que depende además la economía de millones de personas en el mundo. Y el momento de los “daños irreversibles” ha llegado. Debido al calentamiento global causado por el ser humano estos corales han alcanzado un punto de no retorno, según advierte un estudio internacional liderado por la Universidad de Exeter y el Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK).
Era 9 de marzo de 1991 cuando Antonia Dell’Atte caminó hasta la comisaría de Chamberí e interpuso una denuncia contra el que era el padre de su hijo de dos años y su marido, Alessandro Lequio di Assaba. Según consta en ese documento, “por abandono familiar y malos tratos físicos y psíquicos”. Después la retiró. En Italia, era la musa de Giorgio Armani. En España no la conocía nadie. “Llegué como una persona anónima”, dice ahora, la mañana del 8 de octubre. Después, dejó de serlo. La llamada prensa rosa empezó a construir un personaje en la década de los 90, un cliché: la italiana loca, despechada, mentirosa y vengativa tras su ruptura con Lequio. Porque Dell’Atte empezó a formar parte del imaginario español cuando en esa relación apareció la actriz Ana Obregón.