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Este fin de semana, el nuevo aeropuerto Jorge Chávez ha estado más alborotado que de costumbre. A las largas colas, los vuelos retrasados y la difícil accesibilidad se sumó un incidente que ha puesto a prueba a los controles de seguridad. El sábado por la noche, Pedro Pablo Kuczynski, conocido como PPK, el economista peruano de origen polaco que gobernó al Perú entre julio de 2016 y marzo de 2018, iba a volar hacia los Estados Unidos. Pero agentes de la Superintendencia Nacional de Migraciones se lo impidieron por una alerta vigente. El Poder Judicial tenía previsto evaluar un nuevo impedimento de salida en su contra este lunes. Pero frente a lo que consideraron un evidente peligro de fuga, adelantaron la audiencia para este domingo. Y el resultado ha sido categórico: PPK, de 86 años, no podrá salir del Perú en los próximos dieciocho meses.
El viento del Báltico sopla fuerte y el cielo ennegrecido amenaza tormenta. La marcha militar Warszawskie dzieci (Niños de Varsovia) a todo volumen evoca el levantamiento de la capital polaca frente al ejército alemán en 1944. La música envuelve de épica la 43ª Base de la Fuerza Aérea Naval de Gdynia —a aproximadamente 70 kilómetros de la frontera rusa de Kaliningrado y a 25 de la península de Westerplatte, donde comenzó la Segunda Guerra Mundial—. “Es para motivarlos. Al principio están un poco asustados”, explica el teniente coronel Maciej Hulisz señalando a unos grupos dispersos en una enorme pradera. Son 200 civiles, de entre 15 y 53 años, que han decidido pasar el último sábado de mayo entrenando con el ejército.
Los grupos yihadistas que operan en el Sahel han lanzado en el último mes una sucesión de ataques terroristas contra bases militares y ciudades de Malí, Níger y Burkina Faso que han provocado al menos 300 muertos, mayoritariamente soldados. La ofensiva revela la capacidad de estos grupos armados de organizar ataques de envergadura, después de varios años en los que han sufrido pérdidas severas, y desafía el relato de las juntas militares que gobiernan estos tres países de que están ganando la guerra contra el terrorismo.
Unas 20 personas están sentadas en círculo en un templete de madera con forma de pagoda. Forman una extraña mezcla. Hay mujeres jóvenes muy concentradas, también ancianas con la mirada perdida, dos curadores de arte, una doctora en Literatura Inglesa y un profesor estadounidense especializado en resolución de conflictos. Algunos sostienen un libro, otros, unas fotocopias. Tocados por el sol de la tarde, leen en voz alta el capítulo seis de la novela Actos humanos (Random House, 2024) de la escritora surcoreana Han Kang, última ganadora del Nobel de Literatura. Es un relato desgarrador.
Leire Díez, la exconcejal socialista que se ha dado de baja en el partido tras destaparse sus gestiones con abogados e imputados buscando información contra la UCO de la Guardia Civil o el fiscal anticorrupción José Grinda, entregó la semana pasada en la sede central del PSOE un pendrive con abundante información sobre las cloacas del ministerio del Interior en la etapa de Gobierno del PP (2012-2018). El PSOE remitió esa documentación a la Fiscalía General del Estado, donde aún no han decidido qué hacer con ese material. El expediente Leire incluye cientos de audios grabados por el comisario José Manuel Villarejo a lo largo de 20 años y que acreditan un sinfín de operaciones ilegales durante la etapa de Gobierno del PP (2012-2018).
El Partido Popular escenificó ayer en Madrid un nuevo acto multitudinario de protesta contra el Gobierno, el sexto desde las pasadas elecciones. Bajo un sol contundente, decenas de miles de personas de toda España (100.000 según la organización, 50.000 según la Delegación del Gobierno) participaron en la concentración, donde el líder del partido, Alberto Núñez Feijóo, exigió el fin de un Gobierno que, dijo hiperbólicamente, “ha llenado todo de corrupción, de cloacas y de mentiras”. La manifestación, además, sirvió como ensayo general del 21º Congreso de los populares, que se celebra en la capital en menos de un mes.
Los narcisistas se parecen mucho a los psicópatas. Los dos sufren déficit de empatía, y eso les permite manipular a otros sin remordimiento para conseguir lo que quieren: admiración, placer, poder y control. Los dos se dan aires de grandeza, a pesar de ser fundamentalmente mezquinos, y esperan tratamiento exclusivo, aunque los narcisistas necesitan demostrar constantemente que son superiores al resto, mientras que los psicópatas no necesitan confirmarlo porque ya están convencidos de que lo son. Los dos carecen de sentido de la culpa y nunca se hacen responsables del daño que causan o de lo que sale mal. La diferencia clave es que los narcisistas viven dominados por la vergüenza, mientras que los psicópatas no saben lo que es. Sabemos que Trump y Musk son narcisistas porque son personas inestables, intolerantes a la crítica, y propensos al conflicto y la pataleta. Típicamente, creyeron desde el principio que podían aprovecharse el uno del otro sin consecuencias ni reciprocidad. Como dice Jabois, desde Cumbres borrascosas no ha habido una relación más condenada que esta.
Eduardo Madina es algo más que una referencia para el socialismo en España. Su trayectoria forma parte del patrimonio de nuestra historia democrática y constituye un ejemplo para quienes entienden que la defensa de los principios puede acarrear costes importantes. Pero hay más. Su opinión y criterio siguen atrayendo la atención de muchas personas, gracias a un prestigio cultivado durante décadas. Madina posee algo más valioso que el poder: goza de una autoridad que no se obtiene repartiendo cargos ni nóminas.
El desnudo es también una indumentaria. Lo explica el cardiólogo dominicano Jochy Herrera en su libro Carne y alma (Huerga & Fierro). La historia del arte ayuda a entender el sentido de las miradas que visten un desnudo. El cuerpo de Eva puede ser un pecado, una bella expresión arquitectónica de la dignidad humana, una imaginación creativa en las máscaras de la vanguardia o una sastrería del mercantilismo publicitario. Los desnudos tienen mucha tela que cortar, tanta como los viejos secretos de Estado. Iba a escribir que los viejos secretos de Estado se visten de desnudo en la pelea entre Donald Trump y su amigo Elon Musk, pero la verdad es que las cosas son ya tan vulgares que no podemos hablar de un mundo desnudo, sino de un mundo en pelotas. Esta expresión poco artística pasó del singular, pelota, al plural, pelotas, cuando el protagonismo del pelo en la piel fue sustituido por el imperio redondo de los testículos.