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El partido de España este martes en Valladolid contra Bulgaria (20.45, La1) es un paso hacia el próximo Mundial de EE UU, Canadá y México, sí. “Casi casi sería dejar cerrada la clasificación”, dijo ayer Luis de la Fuente sobre una posible victoria. Pero no solo. También acerca un poco más a esta selección ilusionante a la leyenda de aquella otra heredada por Vicente del Bosque después de ganar la Eurocopa de 2008 y que se impuso también en el Mundial de 2010 y en el Campeonato de Europa de 2012. Ese equipo enlazó 29 encuentros consecutivos de competición sin perder. El que dirige Luis de la Fuente alcanzó el sábado los 28, y se encuentra este martes en disposición de igualar la marca de la generación dorada, a solo dos del récord mundial de 31 de Italia. Aunque el seleccionador elude el peso histórico de la cita: “Nunca he hablado a los futbolistas de lo que significa la victoria. Lo que nos preocupa es clasificarnos para el Mundial”.
A la sacerdotisa punk de la música española le ha cambiado la vida. En realidad, siempre le está cambiando. Su instinto no le permite asistir al mundo de otro modo. Con una jubilación recién estrenada, tras décadas como profesora de piano en el Conservatorio de San Lorenzo de El Escorial, la que fue parte esencial de los Pegamoides, mitad de Parálisis Permanente, la enigmática alma mater de Seres Vacíos y la artista incombustible renacida en Ana Curra (Madrid, 66 años), acaba de publicar una canción de su próximo disco, con composiciones en las que se encuentra trabajando en este momento. Además, está a punto de publicarse la reedición de su primer trabajo en solitario y también un homenaje a Parálisis Permanente en forma de disco de duetos y colaboraciones, que verá la luz a primeros de año con una presentación en directo.
Alexander Marmolejos, dominicano de 43 años, sufrió un accidente hace dos años y desde entonces su paraplejia le mantiene postrado en una silla de ruedas. No quiere fotos, pero accede a abrir la puerta de su casa para contar su historia. Reside en una de las cinco viviendas domóticas y energéticamente eficientes que el Ayuntamiento de Pamplona ha rehabilitado gracias al programa europeo oPENLab con el fin de destinarlas a personas con discapacidad. Pamplona es la única ciudad española ―las otras dos son Genk (Bélgica) y Tartu (Estonia)― en la que se está desarrollando este programa, que busca crear espacios de experimentación en vivo.
Liliana Galindo (Bogotá, Colombia, 40 años) compara las terapias con sustancias psicodélicas para tratar la salud mental con una cirugía. “Es un cambio de paradigma. Antes dábamos medicación diaria, enfocada a tratar síntomas que en ocasiones causa efectos secundarios y con expectativa de tomarse por años. Este tipo de terapias requiere una inversión inicial importante, porque, además del fármaco, es necesario un terapeuta, un psiquiatra, una enfermera, que trabajen todos juntos, pero en un periodo corto, quizá de unos tres meses, para dar un tratamiento intensivo que busca ir a la causa de la enfermedad”. La experiencia de Galindo dice que el esfuerzo merece la pena. “En muchos casos hay una mejoría total”, afirma. Y cierra la analogía: “En una cirugía, se usa una anestesia para tolerar el dolor físico, el cirujano interviene y limpia la herida y después el cuerpo se cura. Aquí usamos una sustancia para abrir y tolerar el dolor emocional, ver la herida, procesarla y después la persona continúa con la mejoría, como en un postoperatorio”.
Algunos accidentes urbanos funcionan como fronteras más o menos involuntarias. Culturales, económicas, pero también emocionales. París, por ejemplo, es una ciudad pequeña y densamente poblada. Más que Tokio, Nueva York o Londres. Uno lo entiende leyendo estadísticas o tomando un café en una terraza, aprisionado entre tres mesas y 14 personas fumando. Su relato cultural, sin embargo, se extiende a lo largo del área metropolitana. Pero el Périphérique, el boulevard que rodea la ciudad (la M-30 parisina), es la metáfora de una división, de un cliché, que tensiona las dos Francias. A un lado los ricos, los blancos, los mitos y ritos de la gran República. Al otro, el hormigón de las cités, la inmigración, la delincuencia. Y así permanecería en el imaginario si no fuera porque a veces retumban voces como la de Mbappé. “Tienes que dar más entrevistas, la gente lo necesita”, le decía Jorge Valdano al final de la suya, emitida este domingo en Movistar +.
“Desde aquel día, cada vez que escuchamos que viene una dana, temblamos”, confiesa María Lara, productora y cofundadora del estudio de animación valenciano Inspira, mientras señala las huellas de la riada en la nave de la empresa: en las cortinas negras que dividen los espacios del estudio todavía se distinguen las marcas del barro, y en las paredes se puede ver aún la que dejó el fango: casi un metro de altura.
Hace poco, en el teatro, viví una coyuntura estremecedora. Antes de que comenzara la función, en unas pantallas colgadas del bambalinón, apareció el rostro en movimiento de Fernando Fernán Gómez para instarnos a los espectadores a apagar nuestros móviles. Por supuesto, se trataba de un vídeo hecho con IA en el teatro que lleva su nombre, una ocurrencia de su director artístico, según leí después. Funcionó. Ganas me dieron no ya de apagar mi teléfono móvil, sino de deshacerme de él y abrazar el ludismo. Me acordé de esto a raíz de la columna que Sergio del Molino le dedicó a Fernán Gómez el pasado domingo, gracias a la cual descubrí, con gran regocijo, que se reedita El tiempo amarillo, sus fabulosas memorias. “Ya no hay salones tan grandes como el de Fernán Gómez”, tituló. Ni un hombre de esa estatura cabe en las estrecheces artificiales, por muy inteligentes que se crean, añadiría yo.
El mundo necesita con urgencia transformar la arquitectura de salud global tras la decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de cerrar USAID (la agencia de cooperación del país) y de abandonar la Organización Mundial de la Salud (OMS), y los recortes a la Ayuda Oficial al Desarrollo decretados por algunos países europeos. Esta es la principal conclusión de los líderes políticos, sanitarios y activistas que participan desde el domingo en Berlín el World Health Summit (Cumbre Mundial de la Salud) con el objetivo de impulsar la reforma de un sistema sanitario al borde del colapso y que, según consideran, no puede seguir dependiendo de la volatilidad de los donantes.
“Lo único que me queda es la oscuridad y la angustia por el futuro”, dice el personaje de Kostas Jaritos y cierra así La ira de los humillados (2025), la decimosexta entrega de las historias policiales firmadas por Petros Márkaris. Que el novelista griego, creador de este entrañable policía investigador al que le ha dado la responsabilidad de protagonizar cada una de las tramas en que se ha visto envuelto, lance al espacio semejante percepción de su contexto, reafirma lo que considero la mayor virtud de esta serie novelesca: la intención de su creador de trasmitirnos un turbio estado de ánimo colectivo por los destinos de nuestras sociedades, asoladas por tantas crisis. Se trata de un ejercicio cuasi sociológico que Márkaris ha tenido la capacidad y la habilidad de envolver en historias de carácter policial para hacernos tragar de un modo menos doloroso la tremenda píldora que siempre nos coloca en los labios.