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Dirigió una de las aceleradoras de startups más importantes del mundo. Estuvo a punto de postularse como candidato a Gobernador de California. Le disputó la presidencia de OpenAI a Elon Musk y le ganó. Pero el hito que situó en el mapa a Sam Altman fue el lanzamiento en noviembre de 2022 de ChatGPT. Desde entonces, se ha convertido en el rostro visible del boom de la inteligencia artificial (IA), que ha obligado ponerse las pilas a las mayores empresas del mundo, las grandes tecnológicas.
Las alarmas estaban encendidas desde hacía años entre los expertos, que ubicaban al borde del precipicio a los arrecifes de coral de las aguas cálidas, unos ricos y diversos ecosistemas de los que depende además la economía de millones de personas en el mundo. Y el momento de los “daños irreversibles” ha llegado. Debido al calentamiento global causado por el ser humano estos corales han alcanzado un punto de no retorno, según advierte un estudio internacional liderado por la Universidad de Exeter y el Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK).
Era 9 de marzo de 1991 cuando Antonia Dell’Atte caminó hasta la comisaría de Chamberí e interpuso una denuncia contra el que era el padre de su hijo de dos años y su marido, Alessandro Lequio di Assaba. Según consta en ese documento, “por abandono familiar y malos tratos físicos y psíquicos”. Después la retiró. En Italia, era la musa de Giorgio Armani. En España no la conocía nadie. “Llegué como una persona anónima”, dice ahora, la mañana del 8 de octubre. Después, dejó de serlo. La llamada prensa rosa empezó a construir un personaje en la década de los 90, un cliché: la italiana loca, despechada, mentirosa y vengativa tras su ruptura con Lequio. Porque Dell’Atte empezó a formar parte del imaginario español cuando en esa relación apareció la actriz Ana Obregón.
Lo de la flotilla en Italia ha sido algo con apoyo masivo, popular, casi diría que más allá de la ideología, porque parecía una cosa de cajón, gente que intenta hacer algo. En Génova, miles de personas fueron a despedir las naves, se donaron toneladas de víveres y el arzobispo bajó al puerto a bendecir las embarcaciones. Con una clase política de la que no espera demasiado, Italia tiene una sociedad civil muy viva, que a menudo se mueve por su cuenta. No espera que nada caiga de arriba.
La inteligencia artificial (IA) ha irrumpido con fuerza en el mercado laboral, pero no todos han celebrado su llegada. Entre ellos, los actores de doblaje. Y no es para menos; los algoritmos ya son capaces de clonar y reproducir cada matiz de su interpretación, creando voces sintéticas que suenan igual que las originales. Estas herramientas ya se utilizan para narrar historias en audiolibros, explicar vídeos educativos e, incluso, protagonizar videojuegos, donde algunas compañías han llegado a usar el timbre de un actor sin su consentimiento.
Una de las cuestiones que se debate en la aprobación del Estatuto del Artista es la posibilidad de compensar a los intérpretes por el uso de su voz, siempre que hayan dado previamente su consentimiento para utilizarla. En cualquier caso, advierte Violeta Arnaiz, directora de propiedad intelectual, IA y software en Pons IP, las empresas deben actuar con cautela a la hora de replicar el timbre de los intérpretes. “Si la voz se usa en determinados contextos, como en casos de violencia extrema o para expresar opiniones contrarias a las del profesional, la legislación española permite anular dicho consentimiento”. En estos supuestos el actor recibirá además una indemnización por los daños y perjuicios causados. Una circunstancia que, en palabras de la abogada, “podría entorpecer un sistema de licencias como el que se plantea”.