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La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha pronosticado un otoño más seco y cálido de lo habitual en toda España. Nada que no podamos constatar en el arranque de este mes de octubre. Tras el despiadado verano, que trajo calenturas extremas y precios infernales, el Mediterráneo se mantiene muy apetecible tras alcanzar en septiembre máximos históricos de temperatura. Las islas Canarias, mientras tanto, siguen ancladas en la benignidad climática de la que disfrutan todo el año.
Parece un hábito inofensivo, pero podría tener consecuencias en la salud. Distintos estudios publicados en los últimos años evidencian vínculos claros entre el uso de los teléfonos móviles durante las deposiciones y problemas como las hemorroides, fisuras, además de riesgos relacionados con los millones de microbios que viajan en la superficie de los dispositivos. Pasar demasiado tiempo haciendo scroll en el retrete no es inocuo.
Desde el lanzamiento de ChatGPT y la inteligencia artificial (IA) generativa a finales de 2022, vivimos inmersos en una fiebre de atribución. Los medios de comunicación hablan frecuentemente de que “la IA ha descubierto”, “la IA ha creado”, “la IA ha decidido”. Pero esas frases encierran una peligrosa ilusión: la de ver no solo inteligencia, sino incluso conciencia donde no las hay. Como consecuencia de esta fiebre, cada mes de octubre, cuando se dan a conocer los ganadores de los premios Nobel, nunca faltan voces que preguntan ¿cuándo se premiará una inteligencia artificial?
Las agujas de ternera son unas pequeñas empanadas de hojaldre rellenas de una farsa con carne de ternera picada, típicas de Madrid según cuentan las lenguas de doble filo. De forma ovalada u alargada, la superficie se decora con un acanalado característico y se preparan en unos moldes metálicos especiales para este fin. Las que yo he conocido a lo largo de mi vida en las pastelerías de Madrid (nací en 1964) son individuales, de un tamaño apropiado para sostener con una mano, entre 12 y 15 centímetros de largo como mucho. Eran tan ubicuas en tiempos, que en mi casa apañaban no pocas cenas para mi padre cuando mi madre no tenía muchas ganas de –más– faena.