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“El Tercer Reich comienza a mil metros sobre el nivel del mar”, escribió el escritor y militar nazi Adam Wandruszka, según una cita que recojo del brillante libro de Pablo Batalla, La bandera en la cumbre, en cuya presentación tuve la suerte de participar hace unos días. Batalla se pregunta de cuántas maneras se puede subir una montaña: no con cuántos pies o piolets o cuerdas, sino con qué ideas en la cabeza. Entre los distintos tipos de montañismo de los que se ocupa (el liberal, el conservador, el feminista, el cristiano, el comunista, etcétera), se incluye también -claro- el fascista, que veía en las cimas un desafío a la voluntad y un alojamiento de los dioses, última frontera entre la tierra y el aire, como se anticipa ya en La luz azul, la hipnótica película de 1932 de Leni Riefenstahl. De la montaña a los fascistas les atraía lo mismo que horrorizaba a los primeros sherpas del Himalaya: el sacrilegio, la idea de destronar a los dioses para ocupar su lugar.
Reducir el problema de la Justicia española a un debate sobre el lawfare, los jueces conservadores o progresistas o su independencia e imparcialidad es interesante. Pero distrae. El gran problema judicial, el que más perjudica a los ciudadanos, es su atasco: es estructural, creciente, de los mayores de Europa y a lo que nunca se ha querido poner un remedio eficaz.
Ciertos pequeños detalles en la comunicación oral periodística provocan una buena o una mala impresión en el público, sobre todo en quienes conocen la materia y ejercen influencia en sus entornos. Entre esas minucias importantes figura la correcta pronunciación de los antropónimos de otras lenguas.
Actuar consiste en ser lo que uno no es, sea en un escenario, sea en una pantalla. Por tabú, por las diferentes sensibilidades del humor e incluso por un mero desafío, a lo largo de la historia muchos actores y actrices han interpretado personajes de otros géneros. Pero, conforme evoluciona la sociedad, cada vez más actores y espectadores se sienten incómodos con una industria que prefiere los intérpretes normativos y deja de fuera a las minorías. Y en una comunidad como la trans, con muchas personas en industrias creativas y una elevada tasa de paro, esa incomodidad se convierte en una reivindicación.
Una Barcelona cada vez menos pata negra, donde los vecinos que han vivido toda la vida en la ciudad ya no son mayoría, donde la población migrada aumenta (entre las rentas bajas, pero cada vez más también en las altas), y con grandes brechas socioeconómicas (de renta, pero también educativas o de condiciones laborales). Pero donde los ingresos de los hogares crecen y que contiene la pobreza, que por primera vez en la serie cae por debajo del 20%. Son aspectos a destacar de la Encuesta Sociodemográfica que la Oficina de Datos del Ayuntamiento elabora cada dos años desde 2017 y de la que se acaba de publicar la edición 2024-2025.
Diane Yangwo, una profesora de inglés de secundaria de 30 años que vivía en Duala, la capital económica de Camerún, tuvo la certeza de que los golpes que le había propinado su marido eran mortales. “Desde su cama de hospital, Diane me dijo: ‘Myreille, vi mi muerte. Eric casi me mata”, explica a EL PAÍS por teléfono Myreille Nguele Liboho, su íntima amiga. Yangwo, que tenía tres hijos, acababa de sufrir una brutal paliza a manos de su marido, Eric Bekobe, un banquero de 35 años con el que estaba casada desde noviembre de 2019. “Diane juró que iba a abandonar a su marido para siempre cuando saliera del hospital”, continúa Nguele.
Simone Verde (Roma, 50 años) camina entre el público de los Uffizi señalando sin parar cosas que van a cambiar, incluidos los cordones alrededor de las esculturas. “Va a empezar la revolución”, murmura. Llegó en enero de 2024 a la dirección del célebre museo de Florencia tras transformar el museo de la Pilotta de Parma y en este tiempo ha puesto en marcha 35 concursos con grandes inversiones en proyectos que van a cambiar completamente el museo.
Un gigantesco hangar huérfano de aviones situado a las afueras de Toronto hace las veces de set de rodaje y de oficinas de producción de Twisted Metal, la peculiar serie de comedia y aventuras cuya segunda temporada acaba de estrenar AXN. Buena parte del lugar se ha convertido en un taller de coches ficticios, similares a los que aparecen en la conocida saga de videojuegos de PlayStation en la que se inspira esta ficción.