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Los tintes permanentes para el pelo son un arma de doble filo: aunque aportan color y cubren las canas, también debilitan la fibra capilar con el tiempo. Por esta razón, para las que busquen un cambio de look, cubrir las canas o una alternativa más suave, el baño de color se presenta como la mejor opción.
Somos conscientes en EL PAÍS Escaparate de la cantidad de buenos productos a los que hacemos referencia a lo largo de los años. En especial, los relacionados con la amplísima categoría de hogar. Es por eso por lo que, tirando de hemeroteca, hemos rescatado el primer producto superventas del que hablamos en nuestra sección. Se trata de una funda para el sofá de la marca Martina Home, que ya supera las 17.000 valoraciones y lleva más de siete años anunciándose en Amazon.
Fue en un partido Sevilla-Getafe, en el agosto de 2007. Rondaba el minuto 30 cuando el futbolista Antonio Puerta, de 22 años, se desplomaba en el campo, a pocos metros de la portería. Millones de espectadores presenciaron la escena en directo, desde el estadio o a través de sus televisores. Esos segundos eternos, la confusión y la respuesta inmediata de sus compañeros, que se lanzaron a socorrerlo abriéndole la boca y metiéndole los dedos con la intención, se explicó luego, de que “no se tragase la lengua”. Puerta recuperó la consciencia a los pocos segundos y salió del campo por su propio pie, pero sufrió una parada cardiorrespiratoria en el vestuario y falleció tres días más tarde a consecuencia de las secuelas del fallo cardíaco.
Cuando Antonio Martínez se enteró de que Paul McCartney había estado de incógnito en su pueblo —Villajoyosa, Alicante—, era demasiado pequeño para que aquello le impresionara. Lo supo viendo un álbum de recortes que su hermana mayor, fan de los Beatles, iba confeccionando. Antonio no le dio mayor importancia a aquel asunto: los Beatles eran una constante en su casa porque Juana ponía su música y hablaba de ellos todo el rato. Fue años después, siendo adolescente, cuando descubrió al grupo. “Yo escuchaba a Depeche Mode, Michael Jackson, Madonna, cosas de ese momento. Y un día, revisando discos viejos, me dio por poner Revolver y Rubber Soul y terminé enganchado a ellos”.
Es como si la vida se hubiera evaporado en Villanueva de la Jara. La bandera de España ondea a media asta en una desierta plaza mayor desde el pasado domingo, cuando este pueblo de la Manchuela Conquense ―2.500 habitantes― perdió a tres de sus niños. Eran los hijos de Bogdan y Noemi: la mayor, de cuatro años, el siguiente, de dos, y el más pequeño, de apenas ocho meses. En la N-310, en el término municipal de Sisante, el coche en el que viajaban chocó brutalmente contra otro en el que viajaban cuatro adultos, dos de los cuales fallecieron. Los pequeños murieron al instante. Los padres están internados en el hospital de Villarrobledo. Y el pueblo, que estaba a punto de empezar una semana cultural como antesala de sus fiestas patronales, llora a sus niños. El luto ha sido declarado por tres días. Este martes la familia iba a emprender un viaje en coche hasta Rumania, el país en el que nacieron los padres.
La sentencia contra Álvaro Uribe dictada el lunes por la justicia colombiana cierra, al menos por el momento, una causa de enorme trascendencia política después de casi 13 años de investigaciones. El expresidente del país andino, uno de los líderes más prominentes de las últimas décadas en América Latina, fue declarado culpable de los delitos de soborno de testigos en actuación penal y fraude procesal. Detrás de los cargos que desembocaron en la condena, sin embargo, hubo siempre otra sombra: los nexos con grupos paramilitares. Según el fallo, el exmandatario, de 73 años, instruyó a su abogado para que prometiera beneficios judiciales a distintas personas —entre ellas el exparamilitar Juan Guillermo Monsalve— para que testificaran en contra del veterano político de izquierdas Iván Cepeda. La acusación pública de este senador —que en 2012, durante una intervención parlamentaria, presentó testimonios de presos que vinculaban a Uribe y a su hermano con grupos armados ilegales— fue precisamente la espita de todo el proceso.
Hay numerosos estudios que miden los niveles de satisfacción de los ciudadanos con las instituciones públicas, sirviéndose de determinados indicadores. Uno de los más destacados es la valoración de la integridad de los servidores públicos. Estos niveles de satisfacción miden la calidad de nuestra convivencia democrática como expresión de la voluntad del pueblo español, según proclama el preámbulo de la Constitución. Esa voluntad se expresa electoralmente. Cuanta mayor sea la satisfacción, mayor será la confianza, mayor el afecto a los respectivos ideales, símbolos y líderes, y, finalmente, la fidelidad electoral.
Cuando entro en la consulta de un médico o en el despacho de un abogado y me encuentro paredes forradas de títulos académicos, me pregunto si ante mí se despliega un origami de transparencia y credibilidad o una manifestación patológica de narcisismo y complejo de inferioridad. Mi demonio interior me susurra: alguien que necesita recordarse a sí mismo y al mundo que va sobrado de credenciales a lo mejor sufre un caso agudo de síndrome del impostor. La profesionalidad se demuestra en la actitud, y nadie quiere que el cirujano que le opera se replantee su valía mientras hurga en su costillar. A los mejores en su oficio no les importa si les llaman doctor o les tutean.
Las prácticas de los grandes tenedores de vivienda ya se asemejan al modus operandi que usan los fondos buitre para vaciar edificios enteros, según denuncian inquilinos de tres bloques de pisos de tres zonas distintas de Madrid que tienen algo en común: son propiedad de la misma familia de rentistas, los Campos Cebrián González-Ruano, que tienen otros cinco inmuebles enteros en la capital. Los vecinos no se conocen entre sí, al menos hasta ahora. Unos viven en la calle de General Lacy 22 (Arganzuela), otros en Modesto Lafuente 8 (Chamberí) y, otros, en Mesón de Paredes 88 (Lavapiés), pero todos tienen algo en común: una misma familia propietaria de los tres edificios y todos coinciden en cómo ha sido el proceder de la propiedad para echarlos de sus casas: burofaxes de fin de contrato, hostigamiento, cambio de suministros sin avisar, desperfectos y humedades que no se arreglan y presencia de mediadores para empujarlos a la casilla de salida, es decir, “puro acoso inmobiliario”.