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Han pasado solo cuatro años, pero parece una eternidad. El 15 de junio de 2021, la Comisión Europea ponía en el mercado su primer eurobono: 20.000 millones de euros que eran mucho más que eso. Su valor simbólico era enorme: ponía así punto final a un larguísimo debate, enconado durante años, en torno a la emisión mancomunada de deuda. Atrás quedaba aquel “¿eurobonos? Por encima de mi cadáver”, entonado unos años antes por la por aquel entonces aún canciller alemana, Angela Merkel. También los constantes nein y niet de Berlín, Viena y La Haya, las mismas capitales que durante años repitieron el dañino y equivocado dogma de la austeridad expansiva —oxímoron entre los oxímoron—, desmentido otra y otra vez por los hechos. La pandemia aún hacía estragos y el riesgo de descalabro económico era algo más que un mal sueño. Había que hacer algo, y los fondos de recuperación —financiados con esos eurobonos— fueron, para alegría de muchos y pesar de unos pocos, la salida elegida para salir del atolladero.
Con la excepción de Ferrari, que vive en una transformación permanente que solo se detendrá cuando vuelva a ganar un título que no celebra desde 2007, los equipos más potentes que participan en el Mundial de Fórmula 1 no cambian a menudo de director. Pero Red Bull, fundado en 2005 sobre los cimientos de Jaguar, mantuvo a Christian Horner como su director durante dos décadas. Una eternidad. Él lo articuló todo allí dentro. La manera de contratar pilotos, de moverse casi mejor en los despachos que en la pista, y de controlar los incendios internos, que los ha habido, con su flema británica y grandes dosis de sarcasmo. Y también, dicho sea de paso, con altivez, divismo y bastante cinismo. Todo eso hasta hace poco más de dos semanas, cuando el expiloto fue despedido de su cargo de forma fulminante, en una maniobra que sigue sepultada por interrogantes. Un caramelo para los guionistas de ‘Drive to Survive’, la serie de Netflix que ha hecho saltar por los aires la popularidad del certamen.
Como el ciclismo, la música es un acto de amor. Amor loco, desesperado, nunca correspondido plenamente, ¡tanto se da! Un asunto de Romeo, Iván, claro, que camino de Pontarlier quiere teñir de rosa Julieta y cálido pero happy el Tour de su debut tan joven 21 años, y, como si en su cabeza resonara el Prokófiev del baile de los caballeros montescos y capuletos, allegro pesante, épico y trágico, ánimo y caída, grandeza y melancolía tan rusas, bajando la cuesta de Longeville, ataca desde atrás, adelanta por la derecha, puro Verstappen sobre mojado con neumáticos lisos, se pone en cabeza y casi de cabeza se da al frenar ante una curva que no sabía que existía. La bici patina sobre un asfalto degradado, desagradable y empapado y él se golpea de costado contra el bordillo cortante de la acera agresora. Se desgarra el mono, sangre roja por la ingle. Vendas y pedal de nuevo. Había conseguido Romeo, el más joven del Tour que aburre al niño superdotado que es Tadej Pogacar, casi más que ningún otro español en el Tour también más triste de un ciclismo aún en el pasado.
54 menores marroquíes no acompañados han llegado a nado a Ceuta la pasada noche por las zonas de El Tarajal y Benzú, una playa y una pedanía de la ciudad española situada en el norte de África. Los menores han aprovechado el temporal que azotó la costa para entar.
Un camión que transportaba una carga de sprays de pintura y de neumáticos ha explotado y ha ardido de forma muy virulenta la pasada madrugada en el kilómetro 21 de la A-6, dentro del término municipal de Las Rozas (Madrid), según ha informado un portavoz de Emergencias 112 Comunidad de Madrid. El conductor del camión salió por su propio pie y nadie ha resultado herido.
Beatriz Hernando supo pronto que lo suyo era “todo lo contrario a lo que se supone a una vida convencional”. Recién cumplida la mayoría de edad, se lanzó a vender sus joyas hechas con tenedores por mercados temáticos de toda España. Seguía en realidad los pasos de su padre, pero “cada uno por su lado”, como bromea la sevillana de El Saucejo al otro lado de su puesto de artesanía en el Mercado Medieval de El Puerto de Santa María (Cádiz). Acaba de arrancar junio y, tras una breve parada técnica por casa, Hernando, de 33 años, ya no piensa volver hasta octubre. En los próximos cuatro meses, es una de los miles de comerciantes y artesanos que se enrolan en los mercados temáticos por toda España y que emergen como setas a lo largo y ancho del país en un sector que rellena las programaciones estivales municipales mientras mueve cientos de miles de euros.