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¿Puede el vino ser arte? Para Marta Cortizas, la respuesta es un sí rotundo. La última ganadora del Campeonato de España de Sumilleres siempre pensó que se dedicaría a la música, la danza o la interpretación. La misma sensibilidad que la llevó a estudiar Bellas Artes le permite moverse ahora con resolución en un mundo de aromas y sabores, improvisar con naturalidad en la atmósfera estresante de una competición de vinos o deslizarse como una bailarina por la sala del triestrellado El Celler de Can Roca de Girona, donde trabaja como sumiller.
En su volumen Breve tratado cocinado a fuego lento, Jean-Pierre Ostende afirma que saber y sabor tienen como origen el verbo latino sapere, del que derivan sapor (sabor) y sapiens (sabiduría). Sabor y sabiduría están presentes en el steak tartar que Pablo Tomás ha refinado en el restaurante Sintonia (en el barcelonés hotel Gallery), donde en marzo se superaron los 25.000 steaks despachados (en menos de cinco años) y donde se ha convertido en su incontestable seña de identidad. Basta esa cifra para preguntarse qué tiene: “El plato nos representa”, explica Tomás, “por su presentación en sala, elaborado sobre una cabeza de buey.
“La gran pregunta es cuándo se jodió el Perú, ¿no? Cúando se torció el mundo entero”, bromea la escritora (y periodista de EL PAÍS) Berna González Harbour, té en mano. “Pues creo que fue en 2016. Ese mismo año ganaría Trump, pero todo comenzó con el Brexit. Entonces el mundo se partió en dos: entre una mitad progresista, transformadora, y una mitad que añora lo antiguo, que se resiste a morir”. González Harbour (Madrid, 59 años) acaba de recibir las primeras copias impresas de Qué fue de los Lighthouse (Destino), su última novela, en la que ha querido radiografiar el mundo occidental, fragmentado e inmerso en la batalla del relato.
Liz Pelly (Nassau, Nueva York, 35 años) llevaba desde la adolescencia escribiendo sobre música para distintos blogs y medios de comunicación hasta que se cansó de las entrevistas de promoción y de escribir artículos-lista donde resumía en cinco líneas álbumes enteros. Como buena milenial, sabía que poco quedaba de aquel internet utópico que democratizó el consumo de música, haciéndolo más accesible hasta que la piratería se convirtió en problema global. La llegada de las plataformas de streaming lo cambió todo y en 2016, esta editora decidió empezar a investigar a Spotify y sus mecanismos de consolidación corporativa a través de sus listas.
“Creo que estamos ante la recta final del hábito de ir de compras tal como lo hemos conocido hasta ahora”, escribe Mercedes Cebrián (Madrid, 53 años) en el primer capítulo de Estimada clientela. Una celebración del arte de ir de compras (Siruela), un ensayo que combina historia, experiencias personales y reflexiones sobre los comercios y los rituales que los rodean. Cuenta que en agosto de 2020 tuvo “una epifanía” en una tienda de Benetton del centro de Roma. Allí, frente a la Fontana de Trevi, pensó en cómo la pandemia de la covid había modificado los hábitos de consumo y decidió documentar qué había supuesto el ir de compras para la sociedad. Sostiene que igual que hay un “paisaje sonoro” existe un “paisaje comercial”, y lo hace recordando coplas de Martirio y textos de la premio Nobel Annie Ernaux o el heterónimo de Pessoa Álvaro de Campos.
En Ciudadano Burns, cuarto episodio de la quinta temporada de Los Simpson, el Señor Burns, un anciano millonario, busca desesperadamente a Bobo, el osito de peluche con el que jugaba de niño. Este capítulo, como la película en la que se basa (Ciudadano Kane de Orson Welles), ilustra una idea que ha recorrido toda la literatura, la filosofía y el cine del siglo XX: a medida que envejecemos nos obsesionamos con revivir las ilusiones de nuestra infancia. Y muchas veces buscamos esas emociones tan puras en los objetos con los que jugábamos entonces, convertidos en talismanes. Lo escribió Walter Benjamin en 1928: “Cada hombre tiene una imagen por la que renunciaría al mundo, ¿cuántos no la buscarían en una vieja caja de juguetes?”. Casi cien años después, cuando varias generaciones de adultos hemos crecido frente a una videoconsola, muchos buscamos esa imagen mágica en un circuito de Mario Kart.
La actual gira de Guns N’ Roses tiene un título extenso: Because What You Want and What You Get Are Two Completely Different Things. En español: Porque lo que quieres y lo que consigues son dos cosas completamente diferentes. Rizando el rizo: quizá sea un mensaje para los periodistas que desean cubrir sus conciertos de 2025, porque el grupo se lo va a poner francamente complicado.
“Alguien ha llegado y ha dado una patada al ajedrez, pero las fichas han quedado en el tablero, tenemos que colocarlas de nuevo”. La frase pronunciada esta semana por Félix Sanz Roldán, militar y ex director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), ilustra el desafío al que se enfrenta el mundo tras el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. El magnate estadounidense ha sacudido el planeta al detonar una guerra comercial que cambiará para siempre las reglas del comercio mundial. “El comercio nunca volverá a ser el mismo pese a las negociaciones arancelarias”, dijo hace unas semanas Christine Lagarde, presidenta del BCE, en Fráncfort.
El principal festival de fotografía en España, PHotoEspaña, está en marcha en su 28ª edición, que comprende un centenar de exposiciones. Con el críptico lema de Después de todo, el certamen, dirigido por María Santoyo y auspiciado por la empresa cultural La Fábrica, ahonda en los caminos en los que la imagen en papel expuesta en un marco y colgada en una pared (“la verticalidad hipercodificada”, que diría algún teórico) ya no tiene el protagonismo, sino que otros soportes y materiales se apuntan para renovar la fotografía.
Los entusiastas del arte pop pueden aprovechar para dar un salto a São Paulo, donde por aparente azar coinciden durante varias semanas dos amplias exposiciones complementarias. Una, consagrada a Andy Warhol (1928-1987), estrella planetaria y uno de los artistas más influyentes del siglo XX gracias una obra que parece creada a la medida de estos tiempos de Instagram y fama efímera. El visitante se reencuentra en persona con los originales de obras centrales en el imaginario popular, como Marilyn, Mao o Pelé, O rei del fútbol. La otra es una exhibición colectiva, una inmersión en lo que fue el arte pop brasileño de los años sesenta y setenta, en plena dictadura, a través de la obra creada por un centenar de artistas. Aquí la crítica política es un ingrediente esencial y los iconos, el Che, Roberto Carlos y sí, también Pelé.