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La puesta en escena de Chappell Roan, llena de magia, referencias históricas y teatralidad, nunca deja indiferente. Ya lo demostró en una de sus primeras apariciones televisivas, cuando recordó que era “la artista favorita de tu artista favorita” con un traje de plumas y más plumas en sus pestañas ante un atónito Jimmy Fallon hace apenas un año. En ese tiempo, la cantante, nacida hace 27 años en Willard (Missouri, EE UU), se ha convertido en un auténtico fenómeno y la noche del sábado arrasó como cabeza de cartel del Primavera Sound de Barcelona. Su estilismo, que fue evolucionando y perdiendo capas a lo largo del concierto, subrayó la originalidad de su propuesta estética, su cuidado del detalle y la reflexión que hay detrás de cada uno de sus looks. Roan salió al escenario —que remitía a una especie de cuento gótico con llamas, truenos, dragones y rejas— con un cetro, un tocado de mariposa y una capa creada con jirones satinados y flores en el escote. Debajo, un body de pedrería (añadida a mano por el neoyorquino Le Rinhestud) a juego con las piezas que cubrían sus piernas y brazos. Genesis Webb, estilista de la Princesa del Medio Oeste, desarrolló esta idea junto al dúo de diseñadores de referencia de la artista, James Nguyen y Alexander Cole Gottlieb.
El Tribunal Suprem va dictar el 27 de maig una sentència en què s’establia que les pintures de la sala capitular del monestir de Vilanova de Sixena (Osca) que es conserven al Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) de Barcelona havien de tornar al monestir d’on van ser rescatades el 1936 després de l’incendi que gairebé va destruir aquest important centre religiós i cultural els primers dies de la Guerra Civil.
Cada etapa de la vida tiene unas necesidades distintas, también en lo que respecta al cuidado de la piel. Lo que antes funcionaba, ahora deja de hacerlo. No se necesitan los mismos cosméticos ni los mismos componentes con 20 que con 40, solamente se trata de adaptar la rutina, y a los 50, el objetivo es proteger, regenerar y reforzar.
Cuando los historiadores del futuro estudien y clasifiquen por épocas la figura de Donald Trump es muy posible que entre ellas destaquen “la era de Elon Musk”. Y los historiadores lo saben: rara vez las épocas terminan tan limpia, pública y violentamente como se clausuró el jueves pasado la del bromance, palabra que en inglés describe una amistad especial entre hombres, que unió los destinos del presidente de Estados Unidos y el hombre más rico del mundo, a los que les bastaron unas pocas horas y un puñado de mensajes cruzados desde las redes sociales de las que cada cual es propietario (Truth y X) para poner fin ante una audiencia planetaria a su idilio, menos de un año después de oficializarse.
Juan Federico Muntadas Jornet fue un visionario. Heredó de su padre unas tierras fértiles y con agua en abundancia, unos bosques y unas piscifactorías al sur de la provincia de Zaragoza. En medio de todo eso había un monasterio medio en ruinas. Pero en vez de poner en cultivo las tierras, obtener la leña de los bosques, extraer los recursos piscícolas y cinegéticos de la finca y vender los sillares del convento como piedra para la construcción, se le ocurrió darles un uso distinto: dedicar la finca al turismo. Así, a priori, puede parecer que la idea no era ni tan original ni tan peculiar. Pero si situamos la acción en 1850, entonces sí hay que reconocer que Muntadas era un iluminado.
“¿Puedo enseñar un poco el sujetador? Es nuevo y es tan bonito que me daría pena que no se viera…”, sugiere Bárbara Rey (Totana, Región de Murcia, 75 años) al fotógrafo durante la entrevista exclusiva con EL PAÍS para hablar de sus memorias. Y sin esperar a la respuesta, se desabrocha unos botones de su blusa de seda blanca y enseña un precioso sujetador de encaje finísimo. Hace décadas que colgó el látigo y las botas de domadora, pero Rey sigue siendo la ama del “circo” y controla como nadie a las fieras que la acechan. “También me gustaría que se viera esto porque soy muy española”, añade mientras levanta una muñeca en la que lleva una pulsera con los colores de la bandera de España.
Los sabores del verano despiertan nuestra memoria. Entramos en una temporada en la que podemos alcanzar la felicidad con un albaricoque maduro en la plaza del pueblo, una ración de pescaíto frito en la playa, un helado, una carne tocada por la fuerza de las brasas, unos jugosos guisantes lágrima, unas ostras que encierran los secretos del mar… Y una sobremesa que se extiende. Cosas simples.