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El borrador de presupuestos de la Comisión Europea para 2028 —que todavía tiene que ser negociado durante los próximos dos años— pretende poner fin, tal como existe ahora, al programa LIFE, dedicado a invertir en acciones beneficiosas para el medio ambiente, la naturaleza o el clima. Según datos del Ministerio para la Transición Ecológica, en sus 33 años de vida este programa ha financiado 6.000 proyectos, de los que 1.052 han estado liderados por entidades españolas, y han sido clave para recuperar especies como el lince ibérico, el oso pardo, el quebrantahuesos o el águila imperial, así como para restaurar humedales y otros ecosistemas. Bruselas propone ahora integrar esta partida en un futuro macro Fondo Europeo de Competitividad, con una responsabilidad última que dejaría en manos de los Estados. Esto alarma a las ONG conservacionistas, que consideran que eso supondría desmantelar una herramienta de trabajo fundamental para la biodiversidad.
Esther Soto le dijo a su marido estadounidense que se marchara de su casa en Miami el 8 de agosto de 2024, cuando el hombre pasó de las amenazas a arrojarla contra una mesa y herirle un brazo y una rodilla, según declaraciones de la mujer recogidas en un parte de lesiones del centro sanitario Bautista de Cayo Vizcaíno. Tres días después, quien salió esposada de esa casa fue esta sevillana de 45 años: Soto no tenía permiso de residencia y su marido había llamado a la policía. La mujer pasó 14 días detenida y luego fue liberada con una tobillera electrónica, pero lo peor llegó meses después, con Donald Trump ya en la Casa Blanca. El pasado 28 de enero, Soto fue detenida de nuevo cuando acudió a una cita en una oficina de inmigración. Hasta su deportación el pasado sábado, permaneció seis meses en centros de detención e incluso en la cárcel de Orlando. En uno de esos centros, durmió en el suelo y sin apenas recibir comida ni agua. Durante un traslado, permaneció 30 horas esposada, explica por teléfono con la voz rota.
Los duques de Westminster, Hugh Grosvenor (Londres, 34 años) y Olivia Grosvenor (Londres, 32 años), están de enhorabuena: ya son padres. El matrimonio dio la bienvenida a su primera hija, Cósima Florence Grosvenor, este pasado domingo 27 de julio, tal y como anunció el matrimonio a través de un comunicado conjunto. El bebé es el primero del aristócrata y la empresaria, pero no será la heredera de una de las mayores fortunas del Reino Unido, valorada en casi 12.000 millones de euros.
Jimena Marcos y Ana Ribera
Nicolás Tsabertidis
Jorge Magaz
Moha no se sorprendió cuando, el pasado jueves, varios agentes con pasamontañas irrumpieron en el centro de acogida de Gran Canaria donde le había tocado vivir. Los perros olfateaban habitaciones, los policías abrían puertas. Al cabo de unas horas, el centro fue clausurado y dos directivos de la ONG detenidos. Muchos de los menores ya sabían, por lo que circulaba en TikTok, que la entidad encargada de atenderlos estaba siendo investigada por presuntos malos tratos, torturas y otros delitos. Pero Moha, de 17 años, no necesitaba leerlo en las noticias: asegura que lo vivió cada día durante un año. Habla de un cuarto de aislamiento en el sótano. De golpes. De cuidadores con formas y físico de matones. Un patrón que, según extrabajadores y chicos, se repite en varios centros.
Cuando están a punto de cumplirse 80 años del final de la Segunda Guerra Mundial —el 15 de agosto de 1945, con la rendición incondicional de Japón tras los bombardeos atómicos contra Hiroshima y Nagasaki—, poco a poco van desapareciendo aquellos que combatieron en ella. La época de los testigos está a punto de acabarse. El 21 de julio falleció, a los 102 años, Jake Larson, uno de los últimos veteranos del desembarco de Omaha el 6 de junio de 1944. Larson se había convertido en una estrella de TikTok, donde contaba sus experiencias durante la invasión de Europa, lo que refleja hasta qué punto el interés por el conflicto más sangriento de la historia nunca ha parado de crecer.
Una reciente noche de julio circuló por las redes sociales brasileñas uno de esos clips que apela a la fascinación por la nostalgia. “En los últimos tiempos usted y Caetano [Veloso] tienen una actitud muy afeminada en los escenarios”, sugiere en 1987 el periodista, un hombre blanco, durante una entrevista de televisión a un Gilberto Gil que responde categórico, con voz aguda y gesticulando: “Yo no me siento nada afeminado”. El artista era el invitado al programa de entrevistas más emblemático de Brasil, Roda Viva (rueda viva, en portugués), por el que durante cuatro décadas ha pasado el quién es quién: Lula en versión líder sindical y presidente, Jair Bolsonaro como candidato presidencial, el piloto Ayrton Senna, el arquitecto Oscar Niemeyer, la filósofa Djamila Ribeiro, el intelectual Ailton Krenak, el científico Carlos Monteiro…
En su libro Enemies of promise (1938), el crítico inglés Cyril Connolly dividía la literatura en dos bloques opuestos: Mandarines y Vernaculares. Los Mandarines “hacen que la palabra escrita suene lo más distinta posible de la hablada (…), que el lenguaje exprese más de lo que quiere decir o sienten” (Proust, Joyce, Woolf, James). Los Vernaculares, por su parte, escriben con sencillez y sin afectaciones estilísticas (Forster, Orwell, Wells, Hemingway), aunque a veces caen en la sequedad periodística. ¿Por qué subrayo la distinción de Connolly? Porque, en mi opinión, la crítica literaria continúa dejándose impresionar por el ornamento y manierismo, y desconfía de las novelas que explican buenas historias con un lenguaje desprovisto de “yesería” (como la llamaba Josep Pla).
Con una sólida trayectoria narrativa construida en poco más de una década —e integrada por Historia de una mirada (2012), Eric (2015), Las siete vidas del cangrejo (2016) y Los que callan (2019)—, en su última novela, El color y la herida, Rebeca García Nieto rubrica los rasgos esenciales de su personal mundo creativo: una exigencia formal y estilística bastante por encima de la media, con una clara apuesta por la originalidad y el riesgo —no ornamentales, sino pertinentes, al servicio de la función expresiva—, muy en consonancia con una concepción de la novela como obra que no se amolda complaciente a los gustos o dictados —modas— (pre)dominantes, sino que ensaya un camino propio, en propuestas que aspiran a avivar la conciencia del lector y hacerle interrogarse —e inquietarse— por la sociedad en que vivimos.
La vegetariana, la novel·la que va donar fama a Han Kang, última guanyadora del Premi Nobel de Literatura, narra les transformacions de Yeonghye primer en vegetariana, després en objecte artístic i finalment en planta. Tot passa en una dimensió mig literal i mig simbòlica on el sentit de les situacions se’ns esmuny. Observem la Yeonghye des de tres