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La cocina china es terapéutica, rica y diversa. Y, sin duda, China, en la amplitud de su territorio y culturas que en ella habitan, conforma una de las grandes cocinas del mundo. El país abarca treinta y cuatro provincias y regiones e incluye cincuenta y seis nacionalidades indígenas, cada una con sus propias tradiciones culinarias. “De los fértiles valles de los imponentes ríos Amarillo y Yangtsé a la elevada meseta tibetana o las estepas semiáridas del interior de Mongolia. Y su clima han dictado las prácticas culinarias de cada zona”, escriben Kei Lum Chan y Diora Fong Chan, autores de China (Phaidon) posiblemente el mejor libro sobre la grandeza culinaria del país editado hasta la fecha.
Gaza se consume, exhausta por el hambre. Cuenta Samer Abuzerr, profesor en Salud Pública en la Universidad de Ciencias y Tecnología de Jan Yunis, que ya duele más la falta de alimento que las bombas. “Todo es catastrófico, pero el hambre, lenta, silenciosa y prevenible, es la más dolorosa. Las bombas matan instantáneamente, pero el hambre mata en una agonía prolongada, especialmente a los niños”, explica este investigador desde un refugio al sur de la Franja. Él es uno de los tres firmantes de una carta a la prestigiosa revista médica The Lancet, donde denuncian que Israel está usando la hambruna como “arma de guerra” en Gaza. La situación es insostenible, dice: “Ver a una madre intentar alimentar a su hijo con granos de arroz triturados remojados en agua contaminada es indescriptiblemente doloroso”.
Han pasado solo cuatro años, pero parece una eternidad. El 15 de junio de 2021, la Comisión Europea ponía en el mercado su primer eurobono: 20.000 millones de euros que eran mucho más que eso. Su valor simbólico era enorme: ponía así punto final a un larguísimo debate, enconado durante años, en torno a la emisión mancomunada de deuda. Atrás quedaba aquel “¿eurobonos? Por encima de mi cadáver”, entonado unos años antes por la por aquel entonces aún canciller alemana, Angela Merkel. También los constantes nein y niet de Berlín, Viena y La Haya, las mismas capitales que durante años repitieron el dañino y equivocado dogma de la austeridad expansiva —oxímoron entre los oxímoron—, desmentido otra y otra vez por los hechos. La pandemia aún hacía estragos y el riesgo de descalabro económico era algo más que un mal sueño. Había que hacer algo, y los fondos de recuperación —financiados con esos eurobonos— fueron, para alegría de muchos y pesar de unos pocos, la salida elegida para salir del atolladero.
A cierta altura, lejos aún del océano, el Tajo deja de ser río y se convierte en mar. Entre sus dos riberas hay más distancia (17 kilómetros) que entre la punta de Tarifa y la costa africana. Le dicen Mar de Palha desde que las corrientes comenzaron a formar islas de hierba seca. La palha ya no se amontona, pero el nombre se conservó. Y también permanece la sensación de que aquello es mucho mar y poco río, donde se pescan lubinas y las mareas suben y bajan con subrayados propios del Atlántico.
Nieves Noval (Gran Canaria, 44 años) trabaja en la delegación española de ClientEarth, una organización ambiental enfocada en la acción judicial. María Victoria Hormigos (Negreira, Galicia, 46 años) colabora con el grupo ecologista Amigas de la Tierra. Las dos son abogadas y han conseguido uno de los mayores triunfos en los tribunales contra la contaminación provocada por la ganadería en Europa. El pasado 11 de julio, el Tribunal Superior de Justicia de Galicia sentenció que la intoxicación del agua a causa de los vertidos de macrogranjas durante años en el embalse de As Conchas (Lobeira, provincia de Ourense) vulnera derechos fundamentales de los habitantes de la zona y condenó por su inacción a la Xunta de Galicia y a la Confederación Hidrográfica Miño-Sil y Limia, a las que obliga a reparar el desastre y a indemnizar a los vecinos con una cantidad de 1.000 a 30.000 euros al mes hasta que estos recuperen sus derechos.
La franja de Gaza está al borde del colapso y no hay señales de que el horror que viven los civiles vaya a acabar de forma inminente. La guerra dura casi dos años y el bloqueo impuesto por Israel ya supera los 140 días. Mientras, las ofensivas militares continúan, los disparos en los escasos puntos de entrega de ayuda humanitaria se repiten y ya han costado la vida a un millar de personas. Tampoco hay avances en las negociaciones para un alto el fuego y el hambre muestra su peor cara: además de los casi 60.000 fallecidos registrados desde el inicio de la guerra en 2023, unas 113 personas han muerto de hambre, de acuerdo con el ministerio de Sanidad de Gaza, en manos de Hamás. De estos, 48 víctimas, el 42% del total, han muerto en julio. Más de dos millones de personas, es decir, toda la población de Gaza, experimenta altos niveles de inseguridad alimentaria y al menos medio millón pasa tanta hambre que su situación figura bajo la etiqueta de “catástrofe”, la peor según la Clasificación Integrada de las Fases (CIF), un “termómetro” internacional que mide el acceso a alimentos.
Casi 300.000 viviendas han cambiado de manos desde el arranque del año (de enero a mayo, último mes analizado por el INE). Cada una de estas operaciones pone en marcha una maquinaria en la que hay implicados desde notarios hasta empresas de mudanzas. Estas últimas se están beneficiando del bum en la compraventa y el alquiler de viviendas, sobre todo en verano, época en la que aprovechan muchos compradores e inquilinos para hacer la temida mudanza, uno de los eventos vitales más estresantes en la vida de una persona.