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Esther Soto le dijo a su marido estadounidense que se marchara de su casa en Miami el 8 de agosto de 2024, cuando el hombre pasó de las amenazas a arrojarla contra una mesa y herirle un brazo y una rodilla, según declaraciones de la mujer recogidas en un parte de lesiones del centro sanitario Bautista de Cayo Vizcaíno. Tres días después, quien salió esposada de esa casa fue esta sevillana de 45 años: Soto no tenía permiso de residencia y su marido había llamado a la policía. La mujer pasó 14 días detenida y luego fue liberada con una tobillera electrónica, pero lo peor llegó meses después, con Donald Trump ya en la Casa Blanca. El pasado 28 de enero, Soto fue detenida de nuevo cuando acudió a una cita en una oficina de inmigración. Hasta su deportación el pasado sábado, permaneció seis meses en centros de detención e incluso en la cárcel de Orlando. En uno de esos centros, durmió en el suelo y sin apenas recibir comida ni agua. Durante un traslado, permaneció 30 horas esposada, explica por teléfono con la voz rota.
Moha no se sorprendió cuando, el pasado jueves, varios agentes con pasamontañas irrumpieron en el centro de acogida de Gran Canaria donde le había tocado vivir. Los perros olfateaban habitaciones, los policías abrían puertas. Al cabo de unas horas, el centro fue clausurado y dos directivos de la ONG detenidos. Muchos de los menores ya sabían, por lo que circulaba en TikTok, que la entidad encargada de atenderlos estaba siendo investigada por presuntos malos tratos, torturas y otros delitos. Pero Moha, de 17 años, no necesitaba leerlo en las noticias: asegura que lo vivió cada día durante un año. Habla de un cuarto de aislamiento en el sótano. De golpes. De cuidadores con formas y físico de matones. Un patrón que, según extrabajadores y chicos, se repite en varios centros.
En su libro Enemies of promise (1938), el crítico inglés Cyril Connolly dividía la literatura en dos bloques opuestos: Mandarines y Vernaculares. Los Mandarines “hacen que la palabra escrita suene lo más distinta posible de la hablada (…), que el lenguaje exprese más de lo que quiere decir o sienten” (Proust, Joyce, Woolf, James). Los Vernaculares, por su parte, escriben con sencillez y sin afectaciones estilísticas (Forster, Orwell, Wells, Hemingway), aunque a veces caen en la sequedad periodística. ¿Por qué subrayo la distinción de Connolly? Porque, en mi opinión, la crítica literaria continúa dejándose impresionar por el ornamento y manierismo, y desconfía de las novelas que explican buenas historias con un lenguaje desprovisto de “yesería” (como la llamaba Josep Pla).
Cuando el calor aprieta, la factura de la luz también: el uso de aire acondicionado, ventiladores o los frigoríficos a pleno rendimiento disparan el consumo energético durante los meses de verano. Sin embargo, los dispositivos del hogar inteligente se presentan como grandes aliados no solo para ahorrar, sino también para mejorar la comodidad en casa. Automatización, sensores inteligentes y programación horaria permiten reducir el gasto sin renunciar al confort.