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Víctor Salas ha hablado tanto en la última semana que se le seca la boca. Pide algo de agua para seguir contando una historia insólita. Desde el lunes, ha dado un sinfín de entrevistas en Madrid a medios de comunicación nacionales e internacionales para alertar de un “grave error”. El hombre que intentó matarlo en 2016, Dahud Hanid Ortiz, fue repatriado por Estados Unidos desde Venezuela como un hombre libre hace 10 días, el viernes 18 de julio. Fue este superviviente quien dio la noticia a la prensa española, tras recibir un aviso policial.
Hay una España que se abarrota en verano, a la que se desplazan millones de personas de otras zonas del país y otros 42 millones de turistas extranjeros, según las previsiones del Ministerio de Turismo. Hay otra que, consecuentemente, se vacía. Son muchos municipios del interior, en los que decae la actividad hasta tal punto que cuesta acceder a ciertos servicios. A la vez, en los que bajan las revoluciones y en los que crecen, hay sectores que se desploman, como la justicia o la educación. Es la España que cierra por vacaciones.
Verás caballos desbocados derribar todas las barreras a su paso, verás bípedos que se jactan de ser imparables. Aseveran las teorías, escritas en el manso papel, que los mercados son capaces de regularse, que los líderes mantienen la cabeza fría, que el poder se modera en su propio ejercicio, que sigilosos límites detienen los peores atropellos. Sin embargo ciertos negocios e intereses se vuelven tan gigantescos que ninguna resistencia parece capaz de frenarlos. Galopan con un viento de intimidación y dominio acariciándoles las crines. Un decepcionado Tucídides escribió: “Por necesidad de su naturaleza los seres humanos dominan tanto como su poder les permite”. El autocontrol de los ávidos es una criatura de ficción.
Las dictaduras del siglo XX en América Latina se consolidaban gracias al respaldo concertado de las oligarquías, las jerárquicas católicas, el ejército de cuyas filas el tirano de turno generalmente provenía, y el gobierno de Estados Unidos, todos temerosos del comunismo soviético según el credo de la Guerra Fría. Una silla de cuatro patas. No eran dictaduras con base popular, ni eran populistas, salvo la de Perón en Argentina, y se asentaban en la represión que creaba miedo y silencio, en los golpes de Estado, cuando no en los fraudes electorales, y en la corrupción rampante.
Fue ideada como símbolo democrático y ahora la Biblioteca Joan Miró en el centro de Barcelona es testimonio local y universal de otro reto en el que está en juego la convivencia democrática. A última hora de la tarde el grupo de hombres subsaharianos sin techo y sin papeles monta un campamento en el estanque que la rodea y en el que no hay agua desde hace años; junto a algunas de esas tiendas de campaña, compradas tras recoger mucha chatarra (son 30 euros), está el carro del supermercado que es su herramienta de supervivencia. Pasa cada día mientras alrededor juegan los niños en el parque y este viernes prácticamente a esa misma hora pasa que el Air Force One aterriza en el Aeropuerto de Prestwick, en Escocia. Donald Trump ha viajado hasta allí para inaugurar un nuevo campo de golf de su compañía familiar y además aprovechará para celebrar reuniones políticas. ¿Un 15%, Ursula? Bajó la escalerilla y dijo a los periodistas que tenía dos mensajes para transmitir a los europeos. Uno: basta de molinos de viento que destruyen el paisaje y matan pájaros. Dos: la inmigración, que él ha parado en Estados Unidos, nos está matando.
Durante décadas, las ciudades han domesticado la naturaleza a través de pavimento y asfalto, dejando un espacio reducido a árboles, plantas y biodiversidad. La emergencia climática obliga a replantear esta relación y apostar por las infraestructuras verdes urbanas: elementos naturales interconectados que ayudan a mitigar las temperaturas extremas. Para impulsarlos, los expertos apuestan por reverdecer las urbes siguiendo la regla del 3-30-300, sustituir pavimento y asfalto por suelos porosos que retengan agua, usar los solares vacíos para plantar árboles, impulsar los refugios climáticos y apostar por tejados verdes en los edificios públicos.
Vanessa Hernández gestiona un puesto de “reposteria creativa” en el mercado municipal de Catarroja (Valencia). Desde pequeña tiene miopía, pero hace unos meses empezó a notar “como una niebla” en la visión. “Pensé que era la edad o presbicia. Para mi sorpresa, eran cataratas. A los 50 años, me han tenido que operar los dos ojos”, cuenta. Ricardo Mora tiene 55, vive en la vecina localidad de Torrent, es camionero y en octubre pasado notó que había dejado de ver con nitidez. “Fui al médico y me diagnosticó cataratas. De la operación, salí como nuevo. Yo llevaba gafas de toda la vida por astigmatismo, pero aprovecharon y me lo arreglaron todo, así que me he olvidado de ellas”, celebra. Ana Fort, de 63 años y residente en Dénia, recibió en abril un pelotazo en el pómulo izquierdo mientras jugaba a pádel. “No le di mucha importancia, pero dos días más tarde con ese ojo solo veía luces y sombras”, explica. Hace tres semanas, fue operada de una catarata causada por el golpe.
Ricard Ustrell i “esclata Twitter” —o ara X— són conceptes pràcticament sinònims a Catalunya. Un d’aquests moments es remunta al novembre del 2020. Eleccions als EUA i ell, juntament amb la periodista Cristina Solías, entraven en directe al Planta Baixa de TV3, programa que ell conduïa. Cafè per emportar a la mà, la Casa Blanca de fons, ell vestit amb una jaqueta d’una marca noruega famosa... Tant era el que deien. L’estètica preppy-pija va incendiar unes xarxes generoses en etiquetes lapidàries: ambiciós, frívol, egòlatra... Adjectius que van de bracet amb els que el defineixen com un iconoclasta de la professió, elogien la seva precocitat o el destaquen com un emprenedor pròsper.
Un tipo bajito y enjuto, tocado con una gorra de béisbol y unas gafas gruesas de pasta marrón, apoya cuidadosamente su bicicleta contra una farola junto al café Hibou, en el Odeón parisino. En un gesto suave, mete la mano dentro de una bolsa de plástico y saca un pequeño fajo de periódicos que se coloca bajo del brazo. Como si estuviese a punto de levantarse el telón, el tipo coge aire y lanza: “¡Ya está aquí! Bayrou ha solucionado los problemas de Francia. Estamos salvados. ¡Compren Le Monde!”. Comienza la función.