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De un tiempo a esta parte, los veranos se cuentan por temporadas de The White Lotus, la serie de HBO que parodia el estilo de vida de los muy ricos en paraísos vacacionales. Con cada entrega, la serie viraliza destinos, frases memorables e incluso las derivas eróticas de sus protagonistas: este año la polémica llegó con un trío en el que el personaje de Patrick Schwarzenegger —el hijo gymbro de un millonario de las finanzas— se embarcaba junto a su hermano pequeño —encarnado por un angelical Sam Nivola— y la atractiva Charlotte LeBon. El desenlace de la escena —Nivola termina masturbando a Schwarzenegger—, desató un vendaval en las redes. Los más conservadores criticaban la deriva moral (“¿INCESTO? ¿En serio? Cuenten con un fan menos”, tuiteó un televidente), pero muchos otros celebraron el lado lúdico de la ficción.
Si tuviésemos que definir Los Goonies con una frase podríamos decir: es la historia de un grupo de niños que busca un tesoro. Que 40 años después sigamos hablando exhaustivamente de ella, sigan adorándola los que la vieron en su estreno en el verano de 1985 y haya seguido incorporando espectadores de nuevas generaciones, evidencia que es mucho más. En primer lugar supone una inusual mezcla de géneros: thriller, aventura, humor y terror, además de temáticas que van desde la amistad al primer amor o el final de la infancia. Como señaló The Independent en este tiempo en el que los éxitos de cine de entretenimiento adolescentes son secuelas o precuelas, “Los Goonies parecían 15 películas originales diferentes que se precipitaban una tras otra, saltando de un género a otro”.