Home Investigacion en Intelligencia Artificial y Desarrollo de Algoritmos Desarrollo de Energia Nuclear y Avances en Fisica Nuclear Innovacion en Tecnología de Vanguardia
La sentencia contra Álvaro Uribe dictada el lunes por la justicia colombiana cierra, al menos por el momento, una causa de enorme trascendencia política después de casi 13 años de investigaciones. El expresidente del país andino, uno de los líderes más prominentes de las últimas décadas en América Latina, fue declarado culpable de los delitos de soborno de testigos en actuación penal y fraude procesal. Detrás de los cargos que desembocaron en la condena, sin embargo, hubo siempre otra sombra: los nexos con grupos paramilitares. Según el fallo, el exmandatario, de 73 años, instruyó a su abogado para que prometiera beneficios judiciales a distintas personas —entre ellas el exparamilitar Juan Guillermo Monsalve— para que testificaran en contra del veterano político de izquierdas Iván Cepeda. La acusación pública de este senador —que en 2012, durante una intervención parlamentaria, presentó testimonios de presos que vinculaban a Uribe y a su hermano con grupos armados ilegales— fue precisamente la espita de todo el proceso.
El caso de Noelia Núñez, la exdiputada del PP que dimitió tras descubrirse que había falseado su currículum, ha reabierto el debate sobre la meritocracia. Un término muy criticado en los últimos años por soslayar la importancia del origen familiar y la clase social tanto en el rendimiento académico como en el logro profesional, pero al que muchos todavía se agarran para confiar en un futuro mejor gracias al esfuerzo personal.
El término corrupción es polisémico. Tener un comportamiento corrupto puede afectar a muchas facetas de la vida de una persona, pero lo que siempre estará presente en la vida política y preocupa a todas las sociedades democráticas es el comportamiento de quienes, dedicándose a una actividad pública, deciden enriquecerse ilícitamente a costa del patrimonio de todos. A muchos no les extrañará que ya en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, los revolucionarios franceses incluyeron en su artículo 15 que “la sociedad tiene derecho a pedir cuentas de su gestión a cualquier agente público”.
El mestizaje de géneros y el lenguaje más literario se alían para crear biografías noveladas. Más de una docena escritores de España y América Latina han desacralizado en los últimos años el género biográfico canónico para recrear o novelar sin faltar a la verdad. Lo hacen “con herramientas más propias de la ficción, pero sin inventar cosas, para extraer aspectos significativos de estas vidas que las vidas no cuentan por sí mismas”, explica Juan Gabriel Vásquez, autor de Los nombres de Feliza (Alfaguara), sobre la artista colombiana Feliza Bursztyn, que “murió de tristeza”, según Gabriel García Márquez.
La fiebre amarilla golpea a Sudamérica como hacía décadas que no lo hacía. Desde la segunda mitad del año pasado, seis países del continente —Colombia, Brasil, Perú, Bolivia, Ecuador y Guyana— han registrado un inusual incremento del número de casos y fallecidos, lo que ha llevado a la Organización Panamericana de Salud (OPS) a declarar una alerta epidemiológica para intentar contener la expansión de la enfermedad.
En Dudmaston Hall, una señorial casa de campo de ladrillo rojo del siglo XVII, situada en la ondulada campiña de Shropshire, a medio camino entre Birmingham y la frontera de Inglaterra con Gales, se encuentra la mayor colección de arte español de los años cincuenta y sesenta en Reino Unido expuesta al público de forma permanente. Con pinturas de artistas como Antoni Tàpies, Antonio Saura o Manolo Millares y esculturas de Pablo Serrano o Feliciano Hernández, sería una colección espléndida en cualquier museo de España. En Inglaterra, sin embargo, aunque es única, también tiene el reto de hacerse conocer a un público que viaja a Dudmaston Hall para disfrutar de sus hermosos jardines.
El Juzgado número de 2 de Instrucción de Huesca, el mismo que condenó al Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) a devolver a Aragón las pinturas románicas de Sijena, se convertirá ahora en un garante del centro barcelonés. Todos los pasos que dé el MNAC a partir de ahora, ya sea por voluntad propia o por demanda, tendrán que llegar precedidos por un beneplácito explícito de ese tribunal. Dos ejemplos bastan para explicarlo: el museo se niega a mostrar a los técnicos aragoneses su documentación sobre el estado de las obras y tampoco les ha permitido sacar muestras de los murales. Sobre el primer tema, el MNAC ha escaneado sus informes y los remitirá al juzgado para que se los entregue al Gobierno aragonés. Sobre el segundo, no tienen problema en permitir ese análisis e incluso lo aplauden, pero quieren que la jueza instructora lo ordene porque “en el auto [del pasado jueves] no figura la entrega de toma de muestras”, argumentan.
“¿Qué es la soledad? El espacio entre dos piedras desaparece cuando se salva con una telaraña?”. La camisa de hielo, de William T. Vollmann, publicada por Pálido Fuego esta primavera con traducción de José Luis Amores, es el primer volumen de la serie Siete sueños, una ambiciosa saga sobre los orígenes de América del Norte, narrada desde el mito, la violencia y el deseo de algo diferente a lo que ya se tiene. En este primer tomo, Vollmann se centra en la colonización vikinga de Vinland, ese territorio al que los nórdicos llegaron en el siglo X y que bautizaron con el nombre de Vinlandia La Buena. Si bien este texto es algo diferente a los que Vollmann nos tiene acostumbrados a sus lectores habituales (y pueden echarse de menos su lucidez habitual analizando el presente, pues los momentos en los que el tiempo avanza son relativamente escasos), es posible que el proyecto en su conjunto posea una envergadura que no tiene rival entre los narradores contemporáneos.
Son tan jóvenes que hace falta esperar a que suene la música para comprobar su habilidad. Relevés precisos, entrelacés bien dibujados y pirouettes de quien lleva haciéndolas durante años. Bailan mientras atienden como soldados las órdenes de sus directores, que les corrigen amablemente cuando detectan alguna imprecisión. “Tarde, vas siempre tarde”, le dicen a uno de ellos, que no tiene más remedio que sonreír ante las miradas cómplices del grupo. “No la empujes, parece que la estás empujando”, reclaman a otro. Es un grupo homogéneo de bailarines espigados, musculosos, que no superan los 25 años —algunos apenas rozan la mayoría de edad—, pero que ya llevan a sus espaldas un apellido imponente en el mundo de la danza, el del Ballet de la Ópera de París. Con un matiz: son parte del recién fundado Junior Ballet, un paso previo a la compañía puntera en la élite de la disciplina. Ensayan en el escenario que el festival de los Veranos de la Villa monta en el patio central del Centro Cultural Conde Duque de Madrid, donde actuarán este 29 y 30 de julio antes de viajar a Santander el 1 de agosto.