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El indescriptible sufrimiento infligido a la población civil de Gaza por parte de Israel —un asedio de rasgos medievales para el cual cuesta encontrar parangones en la historia reciente de la humanidad— desata una amplia ola de indignación internacional. A pesar de la evidente barbarie perpetrada contra los gazatíes, la comunidad internacional no ha actuado para frenar a Israel y protegerlos. Ha habido algunas iniciativas notables, como la emisión por parte del Tribunal Penal Internacional de una orden de arresto contra Benjamín Netanyahu o la demanda de Sudáfrica contra Israel por genocidio ante el Tribunal Internacional de Justicia, que ha ordenado medidas cautelares. Pero no ha habido ningún movimiento realmente capaz de alterar el curso de los acontecimientos. ¿Por qué?
“Ucrania no es Rusia”, coreaban los manifestantes que han protestado esta semana en las calles de Ucrania contra su presidente, Volodímir Zelenski. Ucrania no es Rusia porque tiene una sociedad civil conjurada desde 2014, desde la revolución proeuropea del Maidán, en defender la democracia y reformar un país con una corrupción sistémica a todos los niveles. Zelenski ha puesto en entredicho el legado del Maidán, explican a EL PAÍS algunos veteranos de aquel movimiento prodemocrático y a favor de Europa, con la ley que aprobó el martes su mayoría absoluta en el parlamento para anular la independencia de las agencias anticorrupción.
La historia que cuenta Ullah Zakha parece del siglo XIX, pero empieza en 2019. Salió de Gujrat, Pakistán, para ir andando hasta Italia, tardó un año y ocho meses. Muestra en el móvil la ruta que hizo, y asegura que todos sus compañeros han llegado igual: pasó por Afganistán, Irán, Turquía, Grecia, Serbia, Hungría, Austria y en Italia acabó en Prato, a media hora de Florencia. Es la segunda ciudad de Toscana, con 198.000 habitantes, y el centro de industria textil más grande de Europa, un núcleo histórico del made in Italy que desde la crisis de 2008 fue colonizado por una galaxia de 5.000 empresas chinas, de un total de 7.000. Son subcontratadas para hacer rápido ropa barata para otras marcas y suponen el 3% de toda la producción textil de la UE. Después de un viaje así, Ullah Zakha se encontró trabajando en una fábrica de un empresario chino, Confezioni San Martino, 12 y 14 horas al día, siete días a la semana, y si se ponía enfermo no cobraba. Mandaba parte del dinero a su familia y vivía en una casa de dos habitaciones, un baño, cocina y salón con otras 10 personas.
El paso de los años ha sentado bien a La red social, de David Fincher, el largometraje sobre los inicios de Facebook. La BBC, incluso, la incluyó en la lista de mejores películas del siglo XXI. Mala noticia para los gemelos Cameron y Tyler Winklevoss, retratados como pardillos, y, para colmo, interpretados por el hoy infame (y públicamente caníbal) Armie Hammer. Cabe suponer que sus inminentes planes de llevar a Gemini –su plataforma de intercambio de criptomonedas– a cotizar en Bolsa les ayuden a pasar página, o al menos a olvidar el guion de Aaron Sorkin.
Pasión deportiva. Los gemelos Winklevoss han trasladado su pasión deportiva del remo olímpico a las inversiones financieras, concretamente en el fútbol británico. En 2024 se coPasión deportiva. Los gemelos Winklevoss han trasladado su pasión deportiva del remo olímpico a las inversiones financieras, concretamente en el fútbol británico. En 2024 se convirtieron en copropietarios del Real Bedford FC, un modesto club inglés de octava división. Invirtieron 4,5 millones de dólares (en bitcoin) con la ambición de llevar al equipo hasta la Premier League, convirtiéndolo en un experimento de fútbol financiado por criptomonedas.nvirtieron en copropietarios del Real Bedford FC, un modesto club inglés de octava división. Invirtieron 4,5 millones de dólares (en bitcoin) con la ambición de llevar al equipo hasta la Premier League, convirtiéndolo en un experimento de fútbol financiado por criptomonedas.
En la plaza del palacio, ante sus selectos invitados, Alberto de Mónaco salió a celebrar sus 20 años de reinado el pasado 19 de julio. “Todo lo que he hecho cada día, ya sea en la escena internacional, en la soledad de mi oficina o en los mares lejanos, lo he hecho por vosotros”, dijo, emocionado. Fue durante el cóctel para festejar sus dos décadas como soberano de este territorio de apenas 40.000 habitantes, cuyas virtudes, declaró, son “el trabajo, la hospitalidad, el interés por la innovación, el compromiso con la ética y la apertura al desarrollo internacional”.
La arena quema bajo el sol abrasador en el campamento de Al Mawasi, pero Hamza, de tres años, apenas lo nota. Sus diminutas manos aprietan puñados de tierra que lanza contra su madre mientras agita una hoja de palma como si fuera un arma. “¡Tengo hambre, quiero comida!”, grita en un árabe entrecortado, con la voz quebrada por la desesperación.
A estas alturas resulta muy difícil seguir hablando del hambre en Gaza como de una “catástrofe humanitaria”, la expresión que acaban de utilizar los Gobiernos del Reino Unido, Francia y Alemania en el comunicado emitido el pasado viernes contra la brutal ofensiva militar israelí. Lo que se vive en la Franja no es una mera falta de suministros ni un efecto colateral de la desproporcionada acción bélica desencadenada a raíz del ataque terrorista de Hamás el 7 de octubre de 2023. El castigo de hambre al que se encuentra sometida la población civil palestina responde a una estrategia deliberada del Gobierno de Benjamín Netanyahu. Es una verdadera planificación inhumana del sufrimiento y uno de los fracasos morales internacionales más grandes de nuestro tiempo.
Dos kilómetros separan la sede en el barrio de Salamanca de Equipo Económico, el despacho investigado como centro neurálgico de una trama de corrupción, con la Real Casa de la Aduana, flamante sede del Ministerio de Hacienda desde el que ejerció con puño de hierro Cristóbal Montoro. Más allá de la distancia física, lo que al juez que investiga el caso le interesa es si la proximidad personal entre quienes habitaban ambas dependencias conformó un tándem organizado para influir en todo un Congreso de los Diputados, en favor de intereses empresariales que pasaban por caja. Un triángulo perfectamente delimitado en los mapas que un juez de Tarragona investiga desde 2018 para aclarar si también estaba conectado de manera oculta e ilegal.
Si Carlos pudiera elegir, preferiría que el tipo malencarado que le ofreció un techo en España no tuviera la mala costumbre de destruirlo todo cada vez que se emborracha. Le gustaría no saber cómo cambiar una cerradura a las tres de la mañana. Que su exmujer embarazada pudiera vivir con su actual pareja en otro sitio y no tener que compartir cama con ellos. Carlos elegiría trabajar de sol a sol, aunque el precio del alquiler se coma todo su sueldo, y no dormir escondido, como un delincuente. Si a Carlos este país le hubiera dado "chance" (oportunidades), asegura, no viviría aquí.