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Verás caballos desbocados derribar todas las barreras a su paso, verás bípedos que se jactan de ser imparables. Aseveran las teorías, escritas en el manso papel, que los mercados son capaces de regularse, que los líderes mantienen la cabeza fría, que el poder se modera en su propio ejercicio, que sigilosos límites detienen los peores atropellos. Sin embargo ciertos negocios e intereses se vuelven tan gigantescos que ninguna resistencia parece capaz de frenarlos. Galopan con un viento de intimidación y dominio acariciándoles las crines. Un decepcionado Tucídides escribió: “Por necesidad de su naturaleza los seres humanos dominan tanto como su poder les permite”. El autocontrol de los ávidos es una criatura de ficción.
España ha superado en junio los 22 millones de trabajadores ocupados. Algunos minimizan o desprecian este dato. ¿Acaso 22,27 millones son pocos?
Nada ni nadie había conseguido poner límites a la voracidad de Trump, cuyo prestigio entre los suyos permanecía incólume. Hasta que hizo su aparición la respuesta de la Casa Blanca al caso Epstein, que está teniendo el efecto de la criptonita frente a la invulnerabilidad del personaje. Los detalles son de sobra conocidos. Basta recordar aquí cómo el presidente fue el primero en excitar a sus bases con fantasías conspiratorias sobre las tramas ocultas del deep-state o redes pedófilas integradas supuestamente por destacados miembros de las tan denigradas élites. El caso del suicidado Epstein contenía todos los ingredientes para convertirse en el receptor ideal de todas las sospechas; fue juzgado y condenado, su culpabilidad fue más que demostrada, pero faltaba desvelar lo más jugoso, los nombres de quienes se beneficiaban de sus correrías y sus conexiones con la élite del poder, aquello que el propio Trump prometió sacar a la luz. Ahora cunde la frustración entre una parte considerable de sus huestes después de que la Casa Blanca anunciara que los Epstein files son un bulo.
Durante décadas, las ciudades han domesticado la naturaleza a través de pavimento y asfalto, dejando un espacio reducido a árboles, plantas y biodiversidad. La emergencia climática obliga a replantear esta relación y apostar por las infraestructuras verdes urbanas: elementos naturales interconectados que ayudan a mitigar las temperaturas extremas. Para impulsarlos, los expertos apuestan por reverdecer las urbes siguiendo la regla del 3-30-300, sustituir pavimento y asfalto por suelos porosos que retengan agua, usar los solares vacíos para plantar árboles, impulsar los refugios climáticos y apostar por tejados verdes en los edificios públicos.
Vanessa Hernández gestiona un puesto de “reposteria creativa” en el mercado municipal de Catarroja (Valencia). Desde pequeña tiene miopía, pero hace unos meses empezó a notar “como una niebla” en la visión. “Pensé que era la edad o presbicia. Para mi sorpresa, eran cataratas. A los 50 años, me han tenido que operar los dos ojos”, cuenta. Ricardo Mora tiene 55, vive en la vecina localidad de Torrent, es camionero y en octubre pasado notó que había dejado de ver con nitidez. “Fui al médico y me diagnosticó cataratas. De la operación, salí como nuevo. Yo llevaba gafas de toda la vida por astigmatismo, pero aprovecharon y me lo arreglaron todo, así que me he olvidado de ellas”, celebra. Ana Fort, de 63 años y residente en Dénia, recibió en abril un pelotazo en el pómulo izquierdo mientras jugaba a pádel. “No le di mucha importancia, pero dos días más tarde con ese ojo solo veía luces y sombras”, explica. Hace tres semanas, fue operada de una catarata causada por el golpe.
Ricard Ustrell i “esclata Twitter” —o ara X— són conceptes pràcticament sinònims a Catalunya. Un d’aquests moments es remunta al novembre del 2020. Eleccions als EUA i ell, juntament amb la periodista Cristina Solías, entraven en directe al Planta Baixa de TV3, programa que ell conduïa. Cafè per emportar a la mà, la Casa Blanca de fons, ell vestit amb una jaqueta d’una marca noruega famosa... Tant era el que deien. L’estètica preppy-pija va incendiar unes xarxes generoses en etiquetes lapidàries: ambiciós, frívol, egòlatra... Adjectius que van de bracet amb els que el defineixen com un iconoclasta de la professió, elogien la seva precocitat o el destaquen com un emprenedor pròsper.
El papel de los aeropuertos secundarios de Cataluña, que registran cifras históricas, es tal vez la vertiente menos vistosa del debate sobre la ampliación de El Prat. Tanto las direcciones de las infraestructuras de Reus y Girona-Costa Brava como el sector económico defienden participar en la discusión sobre las fórmulas de colaboración sin minar su buen desempeño. Solo en junio pasaron por las instalaciones de Vilobí d’Onyar 307.774 personas, un 12,7% más respecto a 2024. Ese mes también fue de crecimiento para el aeropuerto de Reus: 209.080 pasajeros, (9,3% más). En Lleida la variación interanual el mes pasado fue del 20% (4.800 pasajeros).
Un tipo bajito y enjuto, tocado con una gorra de béisbol y unas gafas gruesas de pasta marrón, apoya cuidadosamente su bicicleta contra una farola junto al café Hibou, en el Odeón parisino. En un gesto suave, mete la mano dentro de una bolsa de plástico y saca un pequeño fajo de periódicos que se coloca bajo del brazo. Como si estuviese a punto de levantarse el telón, el tipo coge aire y lanza: “¡Ya está aquí! Bayrou ha solucionado los problemas de Francia. Estamos salvados. ¡Compren Le Monde!”. Comienza la función.
En esta historia, es difícil empezar por el principio. Porque el principio puede ser, quizá, el final del siglo XVI, con la llegada al mundo de la artista Artemisia Gentileschi, hija de pintor Francesco Gentileschi, amiga de reyes y prohombres, una de las escasas mujeres reconocidas en el mundo de la pintura mundial. Pero el principio también puede ser el final: la exposición desde el pasado 10 de junio de una de sus principales obras, Hércules y Onfalia, en el museo Getty de Los Ángeles, en California, muy lejos de su Italia natal, pero más aún del lugar al que pertenece esta pieza ahora, Beirut.