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Casi 300.000 viviendas han cambiado de manos desde el arranque del año (de enero a mayo, último mes analizado por el INE). Cada una de estas operaciones pone en marcha una maquinaria en la que hay implicados desde notarios hasta empresas de mudanzas. Estas últimas se están beneficiando del bum en la compraventa y el alquiler de viviendas, sobre todo en verano, época en la que aprovechan muchos compradores e inquilinos para hacer la temida mudanza, uno de los eventos vitales más estresantes en la vida de una persona.
Los liberales de Mark Carney se impusieron en las elecciones canadienses del 28 de abril gracias a dos promesas: plantar cara a los embates de Donald Trump y apuntalar la economía del país. Reducir considerablemente la dependencia hacia el mercado estadounidense y mejorar las condiciones para la industria nacional son los ejes primordiales del plan liberal. El Gobierno ha eliminado casi todas las barreras comerciales interprovinciales y ha subrayado que Canadá cuenta con 15 acuerdos de libre comercio con 50 países, además de poner en marcha diversos apoyos para las empresas. Sin embargo, la estrategia contempla al sector energético como la gran palanca de cambio, a través de un espaldarazo que no ha recibido en lustros.
Tras una década de trabajo en Toronto (Canadá), el arquitecto aragonés Luis Arredondo decidió recoger sus bártulos y volver a España. El covid fue el detonante definitivo para cerrar su estudio allí y empezar de cero aquí. Nacido en Zaragoza, llegó a Palma (Mallorca) en 2021 para fundar, junto a otros tres profesionales, Oval Estudio. Los planes iban por buen camino hasta que se topó con una realidad: la escasez de vivienda en la isla. El precio del piso que había alquilado subió 300 euros en apenas un año. “No era mi intención original, pero vi que salía más a cuenta intentar pagar una entrada y una hipoteca”, recuerda. Así nació Casa Periscopio, el hogar donde reside y que él mismo ha rehabilitado a partir de dos grandes desafíos. El primero, conseguir colar la luz por un inmueble entre altas medianeras y apenas 4,6 metros de ancho. El segundo, obtener vistas a la Sierra de Tramontana. “Buscar cómo conseguirlo fue el inicio de esta aventura”, relata Arredondo. También profesor de swing, ahora entrena sus bailes en un luminoso salón con una preciosa panorámica a la montaña tras superar ambos retos.
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En el verano de 2009, con motivo del estreno de su película Enemigos Públicos, la Cinematheque Française organizó un encuentro en París con el director estadounidense Michael Mann. Entre el público, un hombre pidió la palabra y dijo: “No sé si sabe que Heat es un referente absoluto para el crimen organizado. He sido gánster. No presumo de ello. Acabo de pasar diez años en prisión. He asaltado furgones blindados y joyerías y para ello tuve un asesor, un profesor, una especie de mentor que se llama Michael Mann. ¿Es consciente de que hay criminales que se inspiran en su cine?”.
Se ha pasado toda la campaña de promoción negando los paralelismos con su historia personal. “Lo que menos me gustaría es que la gente tratara de hacer como con Mi reno de peluche, porque sería imposible: hay tantas influencias, tantas historias de tantos amigos…”, replicaba Lena Dunham ante las insistentes especulaciones que relacionaban la trama de Sin medida, su nueva serie para Netflix, con su sonada ruptura con el cantante y compositor Jack Antonoff. La creadora de Girls y el miembro de bandas como Fun y Bleachers fueron la pareja milenial por antonomasia de la pasada década en Hollywood. Dos fuerzas creativas que unieron sus caminos durante cinco años en un romance tan aspiracional que hasta la mismísima Taylor Swift escribió una canción —You Are In Love— inspirada en los elogios que su amiga Lena dedicaba a su chico, productor también de varios de los éxitos de la cantante. Ocho años después de su separación, en diciembre de 2017, su historia de amor, calificada como “una de las más tristes” y que puso de luto a toda una generación, ha vuelto a los titulares por las similitudes, tan evidentes como dolorosas, con su nueva serie.
Lo confieso, no puedo dejar de pensar en Noelia Núñez y en los amantes de la kiss cam del concierto de Coldplay. Son tres personajes infinitos, arquetipos de la vida moderna. Del caso Noelia me alucina que las ideas que aparecían en su cabeza y que no tenían relación con el exterior (sus tres carreras eran tres mentiras) llegaran a consolidar además su propia biología, en el sentido de que estaban destinadas a crecer. Por eso, aunque no era politóloga ni abogada ni filóloga, las consecuencias de sus títulos y de sus esfuerzos ficticios no podían dejar de dar frutos. Y acabó por convertirse en profesora de Ciencias Políticas, por pura coherencia narrativa. No es que mintiera, es que no podía dejar de hacerlo.
Francisco Bethencourt (Lisboa, 70 años) elabora su argumentación con un tono de voz que nunca sube un decibelio de más, pero desmonta con la eficacia de una apisonadora las toneladas de prejuicios en torno al racismo o la migración. Nos recibe en una luminosa sala de trabajo del King’s College, en el Strand londinense. Lleva 20 años ocupando la cátedra Charles Boxer de Historia en ese centro universitario de prestigio internacional, después de pasar por la Universidad Nueva de Lisboa y de dirigir la Biblioteca Nacional de Portugal.
Hace unos meses visitamos el cementerio para mascotas de Hartsdale. Inaugurado en 1896 en esa localidad al norte de Nueva York, es uno de los más antiguos del mundo. Fue una idea de mi hija, que llevaba tiempo obsesionada con ese lugar consagrado al duelo de los humanos por sus animales. En Hartsdale hay perros, caballos, gatos y pájaros. Y en menor medida, conejos, reptiles, monos y hasta un león, el de una princesa rusa que vivía en el hotel Plaza a principios del siglo XX. Todos los que hemos querido a un animal conocemos muy bien el dolor que provoca su pérdida. Cuando mi madre perdió a su perra faldera, una bichón francesa llamada Alfonsina, escribió un artículo sobre su dolorosa ausencia titulado El rastro de Alfonsina. Venía a decir que casi sin darnos cuenta los perros nos dejan su indeleble huella. Y ahí se queda, como sus pelos, clavada para siempre.
La solemnidad de los reconocimientos y méritos de la bióloga Kathy Willis (Londres, 61 años) —de la Medalla Faraday por la comunicación de la ciencia al título de baronesa de Summertown— contrasta con su talante asilvestrado. La entrevista es en un hotel de Londres. Llega de Oxford con zapatillas deportivas y una mochila. Se cambiará en cuanto llegue a la Cámara de los Lores, donde tiene sesión semanal.