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La política española se parece cada vez más a un cruel combate de boxeo resuelto a los puntos al final de los 15 asaltos, que llegará con las próximas elecciones. Los dos contendientes parecen exhaustos, al límite, pero ninguno es capaz de noquear al rival. El PP creyó hace mes y medio que al fin, después de siete largos años de lucha, tenía a Pedro Sánchez contra la lona por el caso Cerdán. Y, sin embargo, la temporada política termina este lunes con la rueda de prensa de balance del presidente, y este martes, con el último Consejo de Ministros, con una sensación extendida de que Sánchez no solo ha sobrevivido una vez más al intento de noquearlo, sino que ha logrado mucho más aire del previsto por el escándalo de corrupción del PP del caso Montoro al que se ha sumado un error no forzado de la oposición que ha llevado a la dimisión de Noelia Núñez, un personaje en ascenso en el PP y miembro de la pequeña cúpula de Alberto Núñez Feijóo, por falsear su currículo.
La vida de Edmundo González Urrutia (La Victoria, Venezuela, 75 años) ha dado un enorme vuelco en el último año. Las elecciones presidenciales celebradas en Venezuela el 28 de julio de 2024 otorgaron la mayoría a la candidatura opositora que él encabezaba, según las actas de votación que se hicieron públicas y a las que el régimen de Nicolás Maduro nunca otorgó legitimidad. Pese al reconocimiento como ganador por algo más de una decena de países en el mundo, González, de extensa trayectoria diplomática, acabó refugiado en una embajada (primero en la de Países Bajos, después en la de España) y finalmente se exilió en Madrid. Desde la capital española, el dirigente, de rostro sereno pero marcado por los vaivenes de este periplo, lidera los esfuerzos para que se respete la voluntad de los venezolanos en las urnas.
El pasado 30 de abril, la UEFA emitió un informe en el que analizaba la victoria del Barça sobre el Chelsea en las semifinales de la pasada Champions: Cómo la medular del Barcelona superó al Chelsea. Gemma Grainger, la observadora técnica de la UEFA y seleccionadora de Noruega, se refería a la actuación de Alexia Putellas, Aitana Bonmatí y Patri Guijarro. “Las tres centrocampistas del Barcelona son la combinación perfecta de las posiciones de 6, 8 y 10”, describía. En aquella eliminatoria, el conjunto azulgrana superó con solvencia al equipo londinense y su centro del campo brilló sobremanera.
Una “incidencia masiva” a nivel nacional ha inutilizado la aplicación móvil de las alarmas que comercializa Movistar Prosegur, afectando a miles de usuarios en toda España. La app dejó de funcionar desde las primeras horas de la madrugada de este viernes hasta las 20 horas, que se restableció tras la intervención de los servicios técnicos de la firma.
Doce pruebas en una semana, seis coreografías distintas, seis esquemas mentales y un maratón acuático saturaban el cuerpo de Iris Tió (Barcelona, 2002) en los Mundiales de Singapur, cuando el miércoles pasado cogió el teléfono en el Centro Acuático. Acababa de ganar el oro en el solo libre y su voz sonaba dulce y distraída, como dejándose llevar por el oleaje de la tormenta de un concurso que la consagraría, a juicio del tribunal de la federación internacional, como la mejor nadadora del planeta. Seis de las nueve medallas que cosechó España son suyas. Tres oros la colocan en una dimensión que no conocieron Gemma Mengual, Andrea Fuentes ni Ona Carbonell, sus predecesoras en el equipo nacional.
Han pasado solo cuatro años, pero parece una eternidad. El 15 de junio de 2021, la Comisión Europea ponía en el mercado su primer eurobono: 20.000 millones de euros que eran mucho más que eso. Su valor simbólico era enorme: ponía así punto final a un larguísimo debate, enconado durante años, en torno a la emisión mancomunada de deuda. Atrás quedaba aquel “¿eurobonos? Por encima de mi cadáver”, entonado unos años antes por la por aquel entonces aún canciller alemana, Angela Merkel. También los constantes nein y niet de Berlín, Viena y La Haya, las mismas capitales que durante años repitieron el dañino y equivocado dogma de la austeridad expansiva —oxímoron entre los oxímoron—, desmentido otra y otra vez por los hechos. La pandemia aún hacía estragos y el riesgo de descalabro económico era algo más que un mal sueño. Había que hacer algo, y los fondos de recuperación —financiados con esos eurobonos— fueron, para alegría de muchos y pesar de unos pocos, la salida elegida para salir del atolladero.
Con la excepción de Ferrari, que vive en una transformación permanente que solo se detendrá cuando vuelva a ganar un título que no celebra desde 2007, los equipos más potentes que participan en el Mundial de Fórmula 1 no cambian a menudo de director. Pero Red Bull, fundado en 2005 sobre los cimientos de Jaguar, mantuvo a Christian Horner como su director durante dos décadas. Una eternidad. Él lo articuló todo allí dentro. La manera de contratar pilotos, de moverse casi mejor en los despachos que en la pista, y de controlar los incendios internos, que los ha habido, con su flema británica y grandes dosis de sarcasmo. Y también, dicho sea de paso, con altivez, divismo y bastante cinismo. Todo eso hasta hace poco más de dos semanas, cuando el expiloto fue despedido de su cargo de forma fulminante, en una maniobra que sigue sepultada por interrogantes. Un caramelo para los guionistas de ‘Drive to Survive’, la serie de Netflix que ha hecho saltar por los aires la popularidad del certamen.