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“Ucrania no es Rusia”, coreaban los manifestantes que han protestado esta semana en las calles de Ucrania contra su presidente, Volodímir Zelenski. Ucrania no es Rusia porque tiene una sociedad civil conjurada desde 2014, desde la revolución proeuropea del Maidán, en defender la democracia y reformar un país con una corrupción sistémica a todos los niveles. Zelenski ha puesto en entredicho el legado del Maidán, explican a EL PAÍS algunos veteranos de aquel movimiento prodemocrático y a favor de Europa, con la ley que aprobó el martes su mayoría absoluta en el parlamento para anular la independencia de las agencias anticorrupción.
La historia que cuenta Ullah Zakha parece del siglo XIX, pero empieza en 2019. Salió de Gujrat, Pakistán, para ir andando hasta Italia, tardó un año y ocho meses. Muestra en el móvil la ruta que hizo, y asegura que todos sus compañeros han llegado igual: pasó por Afganistán, Irán, Turquía, Grecia, Serbia, Hungría, Austria y en Italia acabó en Prato, a media hora de Florencia. Es la segunda ciudad de Toscana con 198.000 habitantes y el centro de industria textil más grande de Europa, un núcleo histórico del made in Italy que desde la crisis de 2008 fue colonizado por una galaxia de 5.000 empresas chinas, de un total de 7.000. Son subcontratadas para hacer rápido ropa barata para otras marcas y suponen el 3% de toda la producción textil de la UE. Después de un viaje así, Ullah Zakha se encontró trabajando en una fábrica de un empresario chino, Confezioni San Martino, 12 y 14 horas al día, siete días a la semana, y si se ponía enfermo no cobraba. Mandaba parte del dinero a su familia y vivía en una casa de dos habitaciones, un baño, cocina y salón con otras 10 personas.
El paso de los años ha sentado bien a La red social, de David Fincher, el largometraje sobre los inicios de Facebook. La BBC, incluso, la incluyó en la lista de mejores películas del siglo XXI. Mala noticia para los gemelos Cameron y Tyler Winklevoss, retratados como pardillos, y, para colmo, interpretados por el hoy infame (y públicamente caníbal) Armie Hammer. Cabe suponer que sus inminentes planes de llevar a Gemini –su plataforma de intercambio de criptomonedas– a cotizar en Bolsa les ayuden a pasar página, o al menos a olvidar el guion de Aaron Sorkin.
Pasión deportiva. Los gemelos Winklevoss han trasladado su pasión deportiva del remo olímpico a las inversiones financieras, concretamente en el fútbol británico. En 2024 se coPasión deportiva. Los gemelos Winklevoss han trasladado su pasión deportiva del remo olímpico a las inversiones financieras, concretamente en el fútbol británico. En 2024 se convirtieron en copropietarios del Real Bedford FC, un modesto club inglés de octava división. Invirtieron 4,5 millones de dólares (en bitcoin) con la ambición de llevar al equipo hasta la Premier League, convirtiéndolo en un experimento de fútbol financiado por criptomonedas.nvirtieron en copropietarios del Real Bedford FC, un modesto club inglés de octava división. Invirtieron 4,5 millones de dólares (en bitcoin) con la ambición de llevar al equipo hasta la Premier League, convirtiéndolo en un experimento de fútbol financiado por criptomonedas.
En la plaza del palacio, ante sus selectos invitados, Alberto de Mónaco salió a celebrar sus 20 años de reinado el pasado 19 de julio. “Todo lo que he hecho cada día, ya sea en la escena internacional, en la soledad de mi oficina o en los mares lejanos, lo he hecho por vosotros”, dijo, emocionado. Fue durante el cóctel para festejar sus dos décadas como soberano de este territorio de apenas 40.000 habitantes, cuyas virtudes, declaró, son “el trabajo, la hospitalidad, el interés por la innovación, el compromiso con la ética y la apertura al desarrollo internacional”.
La arena quema bajo el sol abrasador en el campamento de Al Mawasi, pero Hamza, de tres años, apenas lo nota. Sus diminutas manos aprietan puñados de tierra que lanza contra su madre mientras agita una hoja de palma como si fuera un arma. “¡Tengo hambre, quiero comida!”, grita en un árabe entrecortado, con la voz quebrada por la desesperación.
A estas alturas resulta muy difícil seguir hablando del hambre en Gaza como de una “catástrofe humanitaria”, la expresión que acaban de utilizar los Gobiernos del Reino Unido, Francia y Alemania en el comunicado emitido el pasado viernes contra la brutal ofensiva militar israelí. Lo que se vive en la Franja no es una mera falta de suministros ni un efecto colateral de la desproporcionada acción bélica desencadenada a raíz del ataque terrorista de Hamás el 7 de octubre de 2023. El castigo de hambre al que se encuentra sometida la población civil palestina responde a una estrategia deliberada del Gobierno de Benjamín Netanyahu. Es una verdadera planificación inhumana del sufrimiento y uno de los fracasos morales internacionales más grandes de nuestro tiempo.
Mientras camino por las calles de Tel Aviv, veo a la gente que se apresura de un lado a otro con expresión nerviosa y me es fácil olvidar que estamos en guerra. Los aviones de combate que sobrevuelan nuestras cabezas nos lo recuerdan de vez en cuando, pero normalmente estamos preocupados por otras cosas. Un día, Trump suelta una predicción optimista sobre un alto el fuego entre Israel y Hamás y, al día siguiente, se acuerda de la guerra de Ucrania. Aquí, en Israel, nuestra atención oscila entre una encuesta que muestra que más del 80% de los israelíes quieren el fin inmediato de la guerra y la final de un reality show de cocina en horario de máxima audiencia. De forma periódica, nos sorprende el anuncio de que ha muerto otro soldado. Y, en medio de esta realidad tan contradictoria, hay algo que no deja de aparecer.
A los artistas se les quiere por eso que nos dan, tan inaprensible, que se integra en nuestra vida como parte de lo que somos porque somos lo que nos conmueve o nos sacude, aunque la palabra conmover tenga enconados enemigos. Farsantes. Mandy Patinkin, artista para todo siempre que sea lo mejor, ha conseguido conmover a varias generaciones. A mis oídos llegó, cómo no, aquel célebre “soy Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate para morir”, porque La princesa prometida forma parte de la infancia de nuestros hijos, aunque el actor prefiera aquella otra del mítico personaje: “He dedicado tanto tiempo a la tarea de la venganza que ahora que todo ha terminado no sé qué hacer el resto de mi vida”. Puede parecer una reflexión demasiado honda para una película de aventuras, pero si lo dice Patinkin refiriéndose al victimismo revanchista sus palabras cobran peso. También fui de quienes lo disfrutaron en Homeland como jefazo de la CIA, aunque la prueba de fuego del artista se dirimió mucho antes en Broadway, en las tablas sobre las que el superdotado Patinkin hizo historia como protagonista de Sunday in the park with George, de Stephen Sondheim. Es un intérprete prodigioso. Con una voz sobrenatural de contralto este judío de Chicago ha conseguido lo imposible: emocionarnos tanto como Judy Garland con una delicadísima versión de Over the rainbow que paseó por diversos late shows en los que además de narrar las consabidas anécdotas exhibió su arte de intérprete superdotado. Recuerdo a Patinkin entrevistado por Colbert, el cómico cuyo programa ha sido cancelado por las maniobras de un Trump que anda luchando enconadamente contra la inteligencia. Pero es gracias a ellos, a la valentía de los Patinkin, de los Colbert, que los estadounidenses decentes pueden soportar tal grado de ignominia, de burricie, y recordar a su vez que la maestría en el humor, en la música, puede servir como arma de resistencia, ya que suelen al chulo donde más le duele, señalando su condición de individuo ridículo. El poder puede destruir al adversario, pero el cómico que recibe las bofetadas siempre se levanta para reír el último. Es la esencia de su oficio.
En 2023, seis países occidentales emitieron, sin quererlo, la más rotunda acusación por escrito que existe contra Israel por el genocidio en Gaza. Lo hicieron al acusar a Myanmar de perpetrar un genocidio contra la minoría rohinyá musulmana. Canadá, Francia, Alemania, Reino Unido, Países Bajos y Dinamarca presentaron ante la Corte Internacional de Justicia una Declaración Conjunta de Intervención definiendo lo que constituye un genocidio, y cada criterio para condenar a Myanmar se cumple hoy en Gaza con evidencias aún más abrumadoras. Los seis argumentaban que “los niños son esenciales para la supervivencia de cualquier grupo como tal” y que su destrucción afecta a su “capacidad regenerativa”, siendo esto una “evidencia clara de intención genocida”. En Gaza, más de 17.000 niños han sido asesinados, el 40% de todas las víctimas. Otro ejemplo: la intención genocida podía probarse mediante “declaraciones de líderes políticos” que deshumanicen al grupo objetivo, citando como evidencia válida el uso de expresiones como “animales humanos”. Ministros israelíes, incluido Netanyahu, usan esa misma terminología, además de referencias bíblicas a la destrucción total del pueblo de Amalec.
Dos kilómetros separan la sede en el barrio de Salamanca de Equipo Económico, el despacho investigado como centro neurálgico de una trama de corrupción, con la Real Casa de la Aduana, flamante sede del Ministerio de Hacienda desde el que ejerció con puño de hierro Cristóbal Montoro. Más allá de la distancia física, lo que al juez que investiga el caso le interesa es si la proximidad personal entre quienes habitaban ambas dependencias conformó un tándem organizado para influir en todo un Congreso de los Diputados, en favor de intereses empresariales que pasaban por caja. Un triángulo perfectamente delimitado en los mapas que un juez de Tarragona investiga desde 2018 para aclarar si también estaba conectado de manera oculta e ilegal.