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Las cuentas no salen en muchas prisiones europeas. La población carcelaria no para de crecer y el número de reclusos supera, en muchos países, al de las plazas disponibles, incrementando los conflictos en lugares ya de por sí complicados como las prisiones. Un rompecabezas cada vez más acuciante para los gobiernos. Ante esa presión, algunos países —en los últimos tiempos, el Reino Unido e Italia— apuestan por acortar las penas de reclusos no peligrosos, la medida más recomendada por los expertos. Pero la tendencia creciente de los Estados es mirar más allá de sus fronteras para recolocar a los presos que no les caben, pese a que experiencias anteriores de países como Bélgica o Noruega no dieron los resultados esperados y a las constantes críticas que generan esas medidas.
Da miedo pensar en ello, verlo resulta aterrador: unos aviones de combate sobrevuelan Taiwán; vehículos de guerra circulan por las calles de Taipéi; decenas de soldados del Ejército Popular de Liberación (EPL, el ejército chino) aguardan como sombras camufladas entre las hierbas altas de una colina de la isla; la presentadora del informativo taiwanés cuenta las últimas noticias de una crisis en el Estrecho que ha despertado la alarma internacional. Cuando corta, pregunta asustada a sus editores en la redacción: “¿Entonces va a haber una guerra de verdad?”.
Un acuerdo de paz entre Armenia y Azerbaiyán, enfrentados desde la desintegración de la Unión Soviética, parece cada vez menos lejano. El pasado día 10, el primer ministro armenio, Nikol Pashinián, y el presidente azerbaiyano, Ilham Alíyev, se reunieron durante casi cinco horas en Abu Dabi para abordar el proceso que ponga fin a más de tres décadas de enfrentamientos y “la normalización de las relaciones bilaterales”, según destacaron los ministerios de Exteriores de ambos países en sendos comunicados. Menos de una semana después, Donald Trump, en un nuevo intento de sumar méritos para su ansiado Nobel de la Paz, aseguró que pronto se pondría fin al conflicto. “Hemos hecho magia, el acuerdo de paz entre Armenia y Azerbaiyán está cerca”, declaró el presidente de Estados Unidos, subrayando el papel mediador de Washington.
El jefe de Estado portugués tiene competencias que van mucho más lejos de las que tiene su homólogo español. Una de ellas es el derecho a bloquear leyes y devolverlas al Parlamento. A Marcelo Rebelo de Sousa, que está en la recta final de su etapa como presidente de la República y que ha sido profesor de Derecho Constitucional, le suscita tantas dudas la reforma que ha pactado el Gobierno conservador con la ultraderecha en materia de extranjeros que se ha negado a promulgarla. Aunque no ha ejercido el veto directo, el presidente ha usado la segunda vía que tiene para trabar normas y ha enviado el texto al Tribunal Constitucional para que se pronuncie en el plazo de 15 días.
¿Tienen sentido hoy los parques zoológicos? Para unos hacen una magnífica labor de conservación, estudio y divulgación del reino animal. Para otros son simplemente cárceles para animales secuestrados de sus hogares. Más allá de polémicas y debates, cada padre debe confrontar sus propias opiniones con el bien familiar, cuando sus hijos le solicitan la clásica petición de “¿por qué no vamos al zoo?”.
Rothschild, Hermès, Peugeot, Dassault, Lagardère… Estos apellidos se han convertido en marcas mundialmente conocidas, pero tras estas leyendas del capitalismo francés hay historias de familias atormentadas por el peso de la sucesión y sentimientos descontrolados que pueden acabar con la empresa. “Es el principio de la humanidad. Los seres humanos no son máquinas: hay padres que no pueden evitar aplastar a sus hijos, grandes empresarios que saben cómo dirigir a miles de empleados, pero no cómo comportarse ante sus hijos”, reflexiona la periodista de Le Monde Raphaëlle Bacqué, autora, junto a Vanessa Schneider, de una investigación sobre la transmisión del poder en las familias más ricas de Francia, recogida en dos tomos convertidos en bestsellers.
Esther Soto le dijo a su marido estadounidense que se marchara de su casa en Miami el 8 de agosto de 2024, cuando el hombre pasó de las amenazas a arrojarla contra una mesa y herirle un brazo y una rodilla, según declaraciones de la mujer recogidas en un parte de lesiones del centro sanitario Bautista de Key Biscayne. Tres días después, quien salió esposada de esa casa fue esta sevillana de 45 años: Soto no tenía permiso de residencia y su marido había llamado a la policía. La mujer pasó 14 días detenida y luego fue liberada con una tobillera electrónica, pero lo peor llegó meses después, con Donald Trump ya en la Casa Blanca. El pasado 28 de enero, Soto fue detenida de nuevo cuando acudió a una cita en una oficina de inmigración. Hasta su deportación el pasado sábado, permaneció seis meses en centros de detención e incluso en la cárcel de Orlando. En uno de esos centros, durmió en el suelo y sin apenas recibir comida ni agua. Durante un traslado, permaneció 30 horas esposada, explica por teléfono con la voz rota.
Palestina es una dolorosa herida abierta para la humanidad. La primera misión de paz de Naciones Unidas, en 1948, fue en Palestina. Han pasado 77 años y hoy nos encontramos sumidos en la crisis más larga y sangrienta de este conflicto. Más de 58.000 palestinos muertos, viviendas, escuelas y hospitales reducidos a cenizas, millones de gazatíes forzados a desplazarse constantemente, una población que muere de hambre atacada en las colas de alimentos mientras los camiones con la ayuda internacional son bloqueados y hay 1.200 víctimas israelíes y 250 secuestrados por el terrorismo de Hamás.
Moha no se sorprendió cuando, el pasado jueves, varios agentes con pasamontañas irrumpieron en el centro de acogida de Gran Canaria donde le había tocado vivir. Los perros olfateaban habitaciones, los policías abrían puertas. Al cabo de unas horas, el centro fue clausurado y dos directivos de la ONG detenidos. Muchos de los menores ya sabían, por lo que circulaba en TikTok, que la entidad encargada de atenderlos estaba siendo investigada por presuntos malos tratos, torturas y otros delitos. Pero Moha, de 17 años, no necesitaba leerlo en las noticias: asegura que lo vivió cada día durante un año. Habla de un cuarto de aislamiento en el sótano. De golpes. De cuidadores con formas y físico de matones. Un patrón que, según extrabajadores y chicos, se repite en varios centros.
Ángel Viñas es uno de los mayores expertos en las relaciones hispano-estadounidenses. En 1981 publicó un libro en el que desveló los pactos secretos entre Francisco Franco y el presidente norteamericano Dwight D. Eisenhower que permitieron la instalación en España de bases militares de Estados Unidos y rompieron el aislamiento de la dictadura. En 2003 publicó una nueva obra, en la que amplió sus hallazgos de la anterior sobre este hecho histórico. Sin embargo, le sigue faltando una pieza para completar el puzle: los archivos del Alto Estado Mayor en los que se guarda la versión de los militares españoles sobre la negociación que culminó con los pactos de 1953. Por tres veces ha pedido el acceso al Ministerio de Defensa y por tres veces se le ha denegado, alegando que se trata de material “reservado”. Con 84 años, Viñas aspira a poder culminar una investigación que le ha llevado décadas. También Pilar Mera, profesora del Departamento de Historia Social y del Pensamiento Político de la UNED, se ha tropezado más de una vez en los archivos oficiales con carpetas selladas con una cinta roja: un obstáculo hasta ahora insalvable para los investigadores.