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Los tres problemas “palomeros” planteados la semana pasada, a pesar de su relativa sencillez, suscitaron numerosos e interesantes comentarios.
La huerta escolar es la niña bonita de todos cuantos acuden, cada mañana, al colegio público Ermitagaña, en Pamplona. Allí los alumnos aprenden a remover la tierra, compostan restos orgánicos, gestionan los residuos y se detienen a observar cómo evolucionan sus cultivos, pero también trabajan valores ecosociales y numerosas competencias. No se trata de una actividad extraescolar o de una clase puntual, ya que la iniciativa forma parte de un proyecto educativo coral, Sembrar Aprendizajes, Cultivar Mentes, que lleva seis años integrando la sostenibilidad en el corazón del centro.
¿Qué pasaría si el aire de tu barrio pudiera medirse desde una consola portátil en clase? ¿Y si un grupo de escolares pudiera comprobar con datos reales que en su patio hace más calor que en un parque cercano, o que el nivel de ruido se dispara a la hora del recreo? Eso es justo lo que propone Powar Steam, una startup española que ha logrado situarse entre las cinco finalistas del Green Skills Award 2025, el galardón que otorga la Fundación Europea de Formación (ETF) a los proyectos educativos más innovadores del mundo en materia de sostenibilidad.
Su herramienta estrella se llama Pivot, un pequeño ordenador con sensores ambientales que convierte cada aula en un laboratorio del mundo real. Sirve para medir temperatura, humedad, calidad del agua, contaminación acústica… pero también para fomentar las preguntas, la curiosidad y el pensamiento crítico de los alumnos: “Queremos que los estudiantes experimenten, que no se limiten a estudiar teoría. Que se hagan preguntas y aprendan a leer el entorno desde los datos”, cuenta Pablo Zuloaga, su fundador. La herramienta ya se ha usado en escuelas de España y Croacia para cultivar setas, construir composteras o analizar cómo cambia la calidad del aire.
Lo más potente, sin embargo, está en lo que no se ve: una plataforma de inteligencia artificial que genera actividades adaptadas al currículo oficial. Basta con que un docente indique qué asignatura imparte, a qué edad y qué quiere trabajar, y el sistema le devuelve una propuesta personalizada. “Un profesor puede decirle: ‘Quiero enseñar sostenibilidad en clase de Religión con chicos de 13 años’, y la IA le devuelve una actividad basada, por ejemplo, en el jardín del Edén”, explica Zuloaga. La IA está entrenada con la Lomloe, el currículo verde de la UE y el marco de competencias de la Unesco, lo que permite que cualquier profesor —aunque no tenga experiencia tecnológica— pueda introducir la sostenibilidad en clase de forma natural y contextualizada.
Detrás de todo esto hay una idea poderosa: la educación como herramienta para empoderar con evidencias. “Si un alumno dice en casa que el aire está contaminado, pueden decirle que no es para tanto. Pero si lo demuestra con datos, la conversación cambia. Ya no es ideología, es ciencia”, dice su creador. En un momento en que el negacionismo climático se cuela también en los hogares, aprender a medir, interpretar y argumentar puede marcar la diferencia.
Los Green Skills Award reconocen cada año a los proyectos que mejor preparan a las nuevas generaciones para afrontar los retos de la transición verde. La ETF ha recibido este año más de 250 candidaturas de 50 países, siendo Powar Steam la única propuesta española entre los finalistas.
Rubén Labandera y Kima Fuentes, amigos de toda la vida, veían que León, su ciudad, tenía hambre de una cocina que mirase a Asia. Sentían pasión por la comida y la hostelería, lo que aderezado con inquietud empresarial los llevó a identificar la oportunidad y buscar la manera de saciarla. “Veíamos que en León no había ninguna opción de sushi, y la primera idea que se nos ocurrió fue buscar una franquicia”, recuerda Labandera por videollamada. “Estuvimos viendo un poco las opciones que había en el mercado y no nos convenció ninguna”, añade. Lejos de abandonar y siguiendo la premisa de Voltaire sobre Dios, pensaron que si no existía habría que inventarla y en enero de 2016 abrieron las puertas de Sibuya, el primero de los 76 restaurantes que tiene hoy el grupo homónimo.
La OTAN aprobó este miércoles elevar el gasto en defensa al 5% del PIB, el mayor aumento de su historia. El objetivo es una organización “más fuerte, más justa y más letal”, en palabras de su secretario general, Mark Rutte, para enfrentar las amenazas al orden mundial y en especial a Rusia, una “amenaza a largo plazo”.
Carlos Muñoz
Ruth Benito
El 3 de noviembre de 1965, Raphael (Linares, Jaén, 82 años) entró al Teatro de la Zarzuela como una estrella en ascenso. Después de tres horas de concierto en directo, y con solo 22 años, salió convertido en un astro absoluto. En esa época, los artistas que triunfaban en España solían actuar en festivales y no cantaban solos ante un público sentado. “No se atrevían. Pero yo no tenía otro camino. Tenía que ser todo o nada. Fui a por todo”, explica el cantante a EL PAÍS.
Leonardo da Vinci tenía una rutina de descanso bastante singular. Se especula que el famoso autor de la Mona Lisa solía dormir 20 minutos cada cuatro horas a lo largo del día, un hábito tan excéntrico como su genialidad. Algo parecido hacía el artista catalán Salvador Dalí, que descansaba mediante microsiestas durante su jornada con un puñado de lápices en sus manos. A pesar de estar separados por siglos, ambos parecían intuir algo cierto. Las siestas diurnas representaban para ellos una de sus principales fuentes de inspiración.
“¿Os gustaría saber quién se esconde tras @CapitanBitcoin?”, preguntó en X la cuenta @Wiesenthal1632. Era el anuncio de un doxeo, un anglicismo que significa revelar información personal de cuentas anónimas. Desde principios de año, un pequeño equipo coordinado por Isidoro Román Cuesta ha revelado la identidad de más de 20 personas que gestionaban cuentas anónimas: “Lo primero que intentamos es detectar las campañas de odio que se implementan en la red”, dice Román Cuesta por teléfono. “La línea roja que no pueden traspasar es organizarse para difundir estos discursos y para acosar o amenazar a otras cuentas para amedrentarlas y que se callen”, añade.
Isidoro Román Cuesta lleva muchos años investigando corrupción. Fue concejal independiente durante 12 años en el pueblo de Navaluenga (Ávila). Allí denunció a la Fundación de Golf de Castilla y León, que había construido varios campos y era presuntamente una herramienta de la Junta a través de gente interpuesta: “Ninguno de los ayuntamientos afectados, todos del PP, se personó y se archivó. Estuve detrás de ese caso 2 o 3 años. A raíz de eso me hicieron el vacío en el pueblo, a un negocio que tenía, que tuve que cerrar. Lo tengo ya casi olvidado”, dice.
Aquella labor le llevó a colaborar con el diputado de Podemos de la Asamblea de Madrid en 2015 Miguel Ongil, que fue portavoz en la comisión contra la corrupción: “Era enciclopédico documentar la corrupción del PP, busqué ayuda y me hablaron de Román, le conozco bien”, explica Ongil por teléfono. “Es alguien que se ha encontrado de frente con tramas que le han fastidiado la vida, muy auténtico en sus motivaciones. Es un poco obsesivo buscando información y atándola. Se sabía todos los trucos y las bases de datos y es un rastreador como no hay”, añade.
Cuando los líderes mundiales se reúnan la próxima semana en la IV Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo en Sevilla, se enfrentarán a un nuevo panorama de desarrollo global. El espacio fiscal de los gobiernos es más limitado y la brecha entre la ambición y la ejecución de sus iniciativas se ha ampliado. Para afrontar estos desafíos, necesitamos recursos, capacidad de innovación y de implementación, y una nueva forma de cooperación que refleje el mundo actual, no el de ayer.
Si alguien quiere hacer una acrobacia espaciotemporal sin salir de Madrid solo tiene que atravesar el umbral del número 6 de la calle de Alfonso XII donde desde 1943 habita un restaurante llamado Horcher. Eso sí, en caso de ser comensal masculino, tendrá que hacerlo con chaqueta y llevarla puesta durante toda la velada. Si se la quitara y la colocara con cuidado en el respaldar de la silla, el maître vendría de inmediato a recordarle, amable pero firme, el estricto código de vestimenta. La corbata, en cambio, ha salido de la ecuación por deseo expreso de Gustav Horcher (Berlín, 84 años), tercera generación de la familia. Curiosamente la cuarta, representada por su hija Elisabeth (Madrid, 44 años) y hoy a cargo del negocio, hubiera preferido mantener su uso obligatorio.