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En la península británica de Cornualles, en una aldea llamada Roseland, se puede encontrar una iglesia gótica del siglo XIV, un pub con una chimenea encendida y una cabina telefónica roja cubierta de hiedra. Pero entre estos elementos típicamente ingleses hay una adición más reciente al pueblo: un olivar. Quinientos árboles frondosos bailan con la brisa marina mientras los caballos pastan en la hierba silvestre entre los troncos nudosos. Sobre ellos, nacen con confianza flores blancas, sabiendo que pequeñas aceitunas verdes están a punto de brotar porque aquí, en el remoto campo británico, ha comenzado una silenciosa revolución agrícola: el primer aceite de oliva cultivado en el Reino Unido.
Con índices europeos como el Ibex 35 y el Dax alemán subiendo más de un 20% en lo que va de año, y los estadounidenses marcando máximos históricos semana tras semana, la búsqueda de diversificación ha vuelto a ocupar un lugar central en las carteras. Para los inversores con mayor tolerancia al riesgo que desean mantener exposición a renta variable, muchos gestores coinciden en que los pequeños valores (small caps) representan una oportunidad atractiva. Los valores de gran capitalización son los que sostienen habitualmente el rally bursátil y con la remontada lograda desde los mínimos de abril, los medianos y pequeños resurgen como alternativa para seguir apurando rentabilidad.
La cocina china es terapéutica, rica y diversa. Y, sin duda, China, en la amplitud de su territorio y culturas que en ella habitan, conforma una de las grandes cocinas del mundo. El país abarca treinta y cuatro provincias y regiones e incluye cincuenta y seis nacionalidades indígenas, cada una con sus propias tradiciones culinarias. “De los fértiles valles de los imponentes ríos Amarillo y Yangtsé a la elevada meseta tibetana o las estepas semiáridas del interior de Mongolia. Y su clima han dictado las prácticas culinarias de cada zona”, escriben Kei Lum Chan y Diora Fong Chan, autores de China (Phaidon) posiblemente el mejor libro sobre la grandeza culinaria del país editado hasta la fecha.
El astrofísico estadounidense Claude Canizares dice que debería apellidarse Cañizares con eñe, como su padre, un médico cubano que emigró a Francia en los años treinta del siglo pasado, y después se asentó en Estados Unidos. Este científico tiene ahora 80 años, 50 de ellos en activo como astrofísico del Instituto de Tecnológico de Massachusetts, una de las mejores universidades del país, de la que fue director de investigación científica y vicedirector. Canizares codirige el telescopio espacial Chandra de la NASA, que este año cumple 26 años en operación. El instrumento puede tener los días contados por el brutal recorte del 50% que planea el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la agencia espacial estadounidense.
España tiene este domingo en la final de la Eurocopa (18.00, La1), en la que se enfrenta contra la actual campeona, Inglaterra, la oportunidad de convertirse en la primera selección femenina en conseguir la triple corona. La Roja, que hasta antes de ayer era una novata en las fases finales de los grandes torneos, levantó el Mundial en 2023 y la Liga de las Naciones en 2024. En solo tres años, una generación de jugadoras formidable ha catapultado al equipo desde el ostracismo futbolístico hasta la superélite con un estilo seductor en el que el protagonista siempre es el balón. El vestuario dirigido por Montse Tomé está en disposición de conquistar la primera Euro de su historia. En su quinta participación en el torneo, el grupo se estrena en el último escalón, al que llega como favorito tras completar un camino inmaculado con cinco victorias en cinco partidos, por mucho que los cuartos ante Suiza no fueran los más brillantes y las semifinales ante Alemania se convirtieran en un dolor de muelas que no se solucionó hasta el gol de Aitana Bonmatí en la prórroga. “Es la evidencia de que tenemos una generación de oro, porque realmente estamos viviendo cosas únicas, y no todos los años se va a tener esta generación”, decía el viernes la centrocampista, doble Balón de Oro.
Chloe Kelly (Londres, 27 años) vuelve, otra vez, al mismo lugar. Tres años después de marcar el gol que dio a Inglaterra su primera Eurocopa en Wembley ante Alemania —ese que quedó grabado en la memoria colectiva mientras agitaba su camiseta—, se encuentra, de nuevo, en la antesala de una final. Otra vez como revulsivo durante todo el torneo. Otra vez como una pieza tan decisiva como necesaria. Kelly no necesita llamar la atención: ya lo hace. Por su cinta blanca en el pelo, por su particular forma de lanzar penaltis, por su carácter a medio camino entre la confianza y la provocación. Y también por lo que ha vivido esta temporada: quedó marginada en el Manchester City, se planteó tomarse un descanso del fútbol, y estuvo cerca de quedarse fuera de la Eurocopa. Pero el Arsenal le devolvió la sonrisa, le dio minutos, una final de Champions y un título. Ahora, en Suiza, ha vuelto a ser imprescindible para Inglaterra, revolucionando partidos, asistiendo, marcando. Si no hubiese pasado por todo eso, quizás Inglaterra, que llega con más dudas que certezas, no estaría en la final contra España.
Inglaterra-España: la final de la Eurocopa 2025 es la misma que la del Mundial 2023. Las dos selecciones compiten por capitalizar el momento cumbre del fútbol femenino por el aumento de las licencias, el crecimiento de las audiencias y la expectación que ha despertado el torneo que se disputa en Suiza. El mérito de España es enorme si se tiene en cuenta el punto de partida, la trayectoria y los medios en comparación con Inglaterra o Alemania. Ha dado un salto de calidad mayúsculo en muy poco tiempo por el impulso de una generación de futbolistas única, la mayoría vinculadas al Barça, un club finalista de las últimas cinco ediciones de la Champions y campeón en tres: 2021, 2023 y 2024.
Del primer ascenso a la cima del Everest, el 29 de mayo de 1953, queda un pacto y la foto de Tenzing Norgay, triunfador, piolet en alto, rostro tapado por la máscara de oxígeno. El pacto remite al silencio acordado por Edmund Hillary y el propio Norgay para callar quién fue el primero de los dos en colocar sus pies en el punto más elevado de la Tierra (8.848m). Ambos fallecidos se llevaron el misterio a la tumba, y ni siquiera el único de los siete hijos de Norgay interesado en escalar montañas pudo sonsacarle la verdad. Se cree que Norgay mintió en su autobiografía de 1955, cuando afirmó que Hillary le precedió en la cima, y lo cierto es que ambos siempre defendieron que habían logrado el éxito trabajando en equipo, una pareja al unísono unida por una cuerda de 30 metros donde destacaba la enorme experiencia de Norgay, en su séptima tentativa.